19 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Chile: contra las ideologías y su chantaje 

Dario Ruiz

Por Darío Ruiz Gómez 

El Twitter del Presidente Petro señalando arrogantemente que el triunfo del No a la nueva Constitución propuesta por Boric en Chile “es un regreso a Pinochet” ha sido la respuesta del militante de una ideología populista y no del Presidente de la República de Colombia.  

Un Presidente no tiene por qué inmiscuirse en la vida política interna de una nación extranjera. Claro que Petro ya lo había hecho al firmar la carta de apoyo a Cristina Fernández de Kirchner.  

La respuesta de muchos representantes de la democracia chilena y mundial ha sido enfática indicando la torpeza de meterse con la vida pública de un país cuya tradición civilista desconoce palmariamente.  

Rafael Ampuero con enorme lucidez al referirse a los derrotados en este plebiscito nos aclaró algo que vale para Colombia y sobre todo para nuestra hoy equívoca izquierda: el Partido Comunista ha desarrollado un programa en el cual proyecta únicamente su desueto objetivo de revolución y no un proyecto de nación que es de lo que se trata. Añádase a su estalinismo la manipulación de una ideología  indigenista convertida en negación de la cultura  y  “regreso a la sociedad anterior a Cristóbal Colón” con el objetivo de  imponer frente a las mayorías democráticas un dominio totalitario, así podemos entender el porqué del repudio de una mente libre a esa maligna propuesta de unos “territorios ancestrales”, de cambiar la justicia civil, herencia histórica de toda sociedad moderna, por algo tan desusado como “la justicia indígena”. Una Constitución es ante todo “un acuerdo de normas de convivencia es decir una forma de pacto social: organiza, constituye las normas que rigen a la sociedad de un país” 

Durante décadas los grupos de este populismo   trajeron a cuento la supuesta sabiduría ancestral de los Mapuches mucho más importante, según ellos, que los valores de la Democracia con su pluralidad o sea con su respeto a la convivencia de los distintos grupos étnicos ya que, como recuerda Revel, “sin libertad no hay control”.  

Llegado Boric al poder los Mapuches – tal como nos sucede en el Cauca- con oportunismo se levantaron en “rebelión” reclamando sus “tierras ancestrales” nada menos que las tierras madereras de la Araucanía y por supuesto al rico negocio que estas suponen y esto se hizo recurriendo a una serie de atentados, de tomas por supuesto violentas y quemas de iglesias, de factorías.  

Llaitul el histriónico líder que se colocó una ridícula banda de seda azul en la cabeza amenazó con armar a sus hombres e iniciar una guerra de guerrillas. Hace unas semanas las autoridades chilenas lo localizaron y detuvieron para ser juzgado por estos hechos de etno terrorismo. De haber ganado el Sí este criminal estaría suelto para proseguir con su terrorismo. 

Andrés Bello el gran humanista, maestro espiritual de Simón Bolívar, autor de una obra maestra como el Código Civil del cual nacen las reglas de nuestra tradición jurídica, la construcción de una Constitución democrática que reconoce la inclusión y representatividad de todos los grupos sociales, raciales, estableció una tradición de civilismo que es aquel que los chilenos –los colombianos- quieren mantener,  que es lo que la abrumadora mayoría de votantes ha defendido en este plebiscito y no pues una Constitución de Pinochet.  

¿Que el 3% de la población o sea los indígenas dueños del 30% de la tierra traten de imponernos sus “derechos ancestrales” en Colombia, desconociendo nuestros derechos consagrados por una Constitución democrática no constituye una sucia jugarreta de unos demagogos para desestabilizar nuestra sociedad tal como se intentó en Chile?  

Olvidar la democracia y sus generosas libertades para recurrir a esta inventada guerra indigenista es lo que Boric y la izquierda chilena han pagado caro por fortuna.