Setenta y seis billones de pesos, es decir, más de 25 mil millones de dólares, es el costo de la implementación del acuerdo de paz Santos-FARC (APSF). Si lo que gastó el derrochón gobierno anterior dejó las arcas del erario en la inopia, ¿qué podemos esperar del compromiso que nos legó?
Por eso causa alarma que el señor Jean Arnault, jefe de la Misión ONU para la Paz en Colombia, le hiciera al presidente Iván Duque un llamado a seguir adelante con la «implementación del acuerdo» y consolidar de esa manera la paz, sin referirse a los desaforados costos ni a los precarios apoyos de la comunidad de naciones, sin hacer mención a las insuficientes «ayudas» de algunos países que cuando más no pasan de unos cuantos miles o millones de dólares.
Supongamos que los colombianos, que somos generosos con los esfuerzos verdaderos de paz como lo hemos demostrado en el pasado, aceptamos hacer ese inmenso sacrificio para crear, en la práctica, un para-Estado que es a lo que estaríamos impelidos para alcanzar la anhelada pacificación. (Lea la columna).
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