
Descripción: escritor
Por Darío Ruiz Gómez
He estado escuchando durante las últimas semanas, declaraciones personales, mesas de conversación entre los diferentes candidatos a las Gobernaciones, Alcaldías y Concejos de las ciudades y todo se ha limitado o a insultos personales o a la enumeración de cifras y datos sobre los distintos sistemas de transporte, sobre los subsidios para educación, salud, becas dominados casi todos los discursos con promesas sin contenido alguno y sobre todo sin un respaldo técnico necesario como si ni las ciudades y las regiones estuvieran habitadas por ciudadanas(os) que constituyen el significado de unos espacios, de un territorio.
¿Qué podría suceder hoy en los territorios después de que cese la barbarie de los grupos eufemísticamente llamados “revolucionarios”? ¿No es lo urgente el regreso a sus tierras de la población desplazada por esta barbarie? ¿Cuántos millones de desplazados han llegado a Bogotá, Medellín, Barranquilla, Cali y el resto de capitales departamentales creando nuevos cinturones de miseria que un proyecto urbanístico racional debe impedir que se conviertan en focos de miseria y delincuencia?
Los políticos hablándose con los políticos en un ridículo narcisismo mientras afuera queda la realidad social, las economías de los distintos territorios y, lo peor, el ciudadano que es tratado como si fuera una entelequia a la cual solamente se recurre en los períodos electorales y no el ciudadano real que es el fundamento de la democracia y sin cuya presencia iremos cayendo tal como lo estamos haciendo hoy en la autarquía.
Repitámoslo: el deber del gobernante es hacer ciudadanos libres y soberanos para defender todos sus derechos como base de una nueva sociedad emancipada de los intentos de imponernos gobiernos totalitaristas o sea de una sociedad fundamentada en la pluralidad y no en el fatal multiculturalismo que trató de imponerse como directriz única en Medellín, por ejemplo, en el Cauca y el Chocó adulterando las culturas originales y suplantándolas por caricaturas “folclóricas”.
Recordemos también que el derecho a recorrer libremente los territorios está en la fundamentación histórica de la democracia, algo que no sucede en Colombia donde la mal llamada Paz Total y sus “mesas de conversaciones” olvidan este principio y permiten que tal como está sucediendo en el Cañón del Micay un Jefezuelo sanguinario impida que el Ejército haga presencia para permitir que la ciudadanía vote libremente y a conciencia y que las distintas comunidades étnicas escojan libremente su integración a la sociedad colombiana.
Se suponía que tanto el petrismo como la vieja Izquierda – “Teóricos de las reivindicaciones populares”- defenderían la descentralización política y administrativa en el proceso de cambio hacia un nuevo país pero nada hay más que corrompa a esos grupos que la cómoda y disoluta vida parlamentaria con el uso inesperado para cada cual de grandes sueldos, viáticos, trajes y licores, disfraces brindados por la Etnic Fashion con llamativas guayaberas con bordeados indígenas, sombreros de paja y repitiendo la misma monserga pero sacándole el cuerpo a pronunciarse ante las repetidas masacres, ante el engaño de encontrar no los sublimes guerrilleros de sus relatos de emancipación sino a vulgares asaltantes de caminos.
¿Cuál ha sido la posición de los llamados Partidos Tradicionales ante esta ofensiva anárquica de destruir por destruir? Preguntémonos entonces: ¿Vamos a votar para recuperar la autonomía en el gobierno de las regiones, veredas, ciudades para poder enfrentar las tentaciones totalitarias de un poder Central claramente populista o para que continúa el triste espectáculo de seguir viendo a la burocracia de los Partidos cuyo único objetivo es seguir devengando sus altos sueldos? ¿Dónde están la Nación, el Estado de Derecho? ¿Dónde nuestros legisladores ante el espectáculo de la justicia profanada?
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