15 octubre, 2025

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No al terrorismo de Hamás y no a la destrucción de Gaza 

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Jose Hilario Lopez

Por José Hilario López

La crisis que se ha agudizado en el Medio Oriente por causa del reciente ataque terrorista de Hamás contra Israel no puede dar lugar a sumar más confrontaciones bélicas en el mundo.  Ninguna acción terrorista que afecte la vida y bienes de la población civil se justifica, así como tampoco es aceptable la sobrerreacción de Israel contra Gaza, que está causando miles de víctimas no combatientes. Tampoco es tolerable que pueblos palestinos sigan viviendo como prisioneros dentro de vallas y muros.   

En Colombia durante las últimas décadas hemos sufrido, entre otros, el terrorismo del narcotráfico y el terrorismo paramilitar que han dejado destrucción y muerte por doquier. La polarización política que hoy aquí sufrimos es el caldo de cultivo para fomentar la violencia, violencia que puede derivar en un nuevo terrorismo. La violencia colombiana del pasado medio siglo empezó con la polarización entre conservadores y liberales, una guerra origen de las siguientes guerras que todavía padecemos, obviamente con otros agentes. 

A continuación, una corta y personal reflexión sobre el conflicto que hoy se vive en el Medio Oriente, que más allá de una guerra religiosa entre judíos y musulmanes tiene un origen geopolítico. Tanto el Judaísmo (y su hijo el Cristianismo) como el Islam, las tres religiones monoteístas, provienen de nuestro Padre Abraham, somos todos hermanos. 

Los judíos han sufrido históricamente la hostilidad, justificada o injustificada, de los pueblos vecinos, lo que los convirtió en un pueblo sin patria. La llamada diáspora dispersó a los judíos por toda Europa y otras regiones, donde se integraron a las comunidades nativas: por ejemplo, en España, país donde se asentaron antes que los romanos, la llegada de los musulmanes a partir del VI fue recibida por los judíos como una bendición, que alivió la tensión conflictiva que mantenían con los cristianos visigodos.    

Desde principio del Siglo XX muchos judíos procedentes de Europa y Norteamérica empezar a regresar a Palestina, el país de origen de sus ancestros.  La compra de tierras por parte de los recién llegados dio lugar a conflictos con los palestinos, algo entendible, pero que nunca pasó a mayores confrontaciones, por lo menos comparable con la actual.   En 1948 por mediación de la naciente ONU, los judíos pudieron regresar masivamente a Palestina, lo que generó un choque de civilizaciones, guardadas proporciones similar a lo sucedido en América con la llegada de los españoles en el Siglo XVI. Unos inmigrantes nacidos y educados en el Primer Mundo conviviendo en un mismo territorio, en su mayor parte desértico, con un pueblo de pastores y pequeños agricultores.  Dos estados, Palestina e Israel, impuestos por potencias extranjeras en un mismo territorio, necesariamente tenía que degenerar en la grave crisis que vive ahora el Medio Oriente y el Mundo. 

Como escribe Antonio Muñoz en su columna del pasado sábado en el Periódico El País de Madrid, bajo el título “Un paisaje de murallas”, que pareciera dirigida a nuestro presidente Gustavo Petro: “Los israelíes ilustrados, agudamente críticos con las políticas del poder (del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu), se saben abandonados por una parte considerable de la izquierda internacional, encallada en la fidelidad a sus propios estereotipos y maniqueísmos. Y continúa el mismo columnista Muñoz:

Ahora el espanto de los ojos abiertos solo ofrece un horizonte de mortandad y de ruinas. Pero más pronto o más tarde llegará el alto el fuego, y habrá que apartar los escombros y reconstruir poco a poco la cotidianidad de la vida, que será más segura en la medida en que se levanten viviendas dignas, escuelas, hospitales y caminos abiertos, y no murallas de hormigón o de tecnología. Ya sé que esto parece imposible, en esta hora de los incendiarios y los vengadores, del ojo por ojo y el diente por diente. Pero la alternativa, tal como está el mundo, da miedo imaginarla”. 

El secretario general de la ONU, António Guterres, califica de “extremadamente peligroso y, en algunos casos, simplemente imposible”, el desplazamiento masivo de la población del norte de Gaza (1,1 millones de habitantes) que ha ordenado Netanyahu. A su vez, Hamás, que gobierna Gaza desde 2007, trata de evitar el éxodo con mensajes desde las mezquitas y considera el llamamiento israelí una “misión extraordinariamente audaz y brutal para sacar por la fuerza de su tierra a los palestinos” y ordena rechazarla; Egipto, a su vez, cierra la frontera que limita el sur de Gaza con su país. Confusión y caos por doquier. Un panorama aterrador, donde sólo se avizora destrucción y muerte. 

Mis conclusiones:  

  • El terrorismo en ninguna circunstancia es aceptable, venga de donde venga 
  • La legítima defensa es justificable, pero nunca debe ser desproporcionada con relación a la ofensa recibida 
  • Los judíos tienen todo el derecho a tener una patria propia y a vivir en paz 
  •  La ocupación de territorios palestinos por parte de los israelís, como mínimo, debe cesar 
  • El actual conflicto entre palestinos y judíos lo crearon los europeos. En el Holocausto nada tuvieron que ver los musulmanes 
  • El pueblo palestino no puede seguir viviendo como prisionero confinado entre muros y vallas 
  • Como pueblo judío sobreviviente del Holocausto, Israel tiene la obligación moral de no infringir en otros lo que ya sufrió en carne propia 
  • Los demócratas liberales debemos exigir que sea el Primer Mundo quien se responsabilice por la búsqueda de una solución negociada entre palestinos e israelíes.