
Descripción: escritor
Por Darío Ruiz Gómez
Cuando con el descuartizamiento de los cuatro niños indígenas por parte de las Disidencias de las FARC nuestra sociedad decente descubrió espantada que estos Comandos sádicamente se han venido ejercitando en su afición preferida y la cifra alcanzada de víctimas bastaría para que la Corte Penal Internacional, ante la incapacidad de nuestra llamada Justicia para hacerlo, los condene severamente.
Llama en este caso la atención, la sorpresiva protesta de algunos Arzobispos, de algunos oportunistas congresistas, de algún despistado académico y por supuesto de ese periodismo que no dice nada como si apenas se hubieran enterado de estas fechorías.
El Twiter del Presidente anunciando el final del acuerdo de Cese al Fuego con estas Disidencias camufladas en las selvas de donde desplazaron a la familia de los cuatro niños que hoy se buscan centímetro a centímetro, está redactado con el gago lenguaje de un twiter y no con el compromiso moral de la voz de quien representa a todo el pueblo colombiano en su anhelo de Paz.
Hace unos meses en un enfrentamiento entre el Frente Carolina Ramírez con sus socios los llamados Comandos de la Frontera conformado por antiguos paramilitares, estos últimos mataron a 18 mercenarios del Carolina Ramírez y el espectáculo de horror que vimos cuando esos cuerpos desnudos fueron arrojados a una fosa común nos recordó – como entonces señalé- a los Campos nazis, a los Gulags soviéticos, a los campos de exterminio del Mono Jojoy y puso al descubierto una vez más que la lucha entre estas bandas no es por el rescate de las etnias, de los campesinos sino por ser apoderarse de las grandes rutas del narcotráfico.
Si un Juez de la República no es capaz de distinguir a un narcotraficante de un luchador por los derechos de los oprimidos significa que la justicia ha sido derrotada y que la paz es un negocio. La señora de pelo blanco postizo que dice que el descuartizamiento de los niños ante su comunidad es un problema político que debe ser resuelto de inmediato interesada y condenablemente lanza el sofisma de que descuartizar a unos niños es “un problema político” y no un escándalo moral, porque quienes lo hicieron son “políticos” y no tenebrosos asesinos.
Relativismo moral para el cual la Ley universal no existe o debe doblegarse en este caso ante la justicia “revolucionaria” de Mordisco lo que ha permitido incluso como es fácil de comprobar que la simpatía hacia estos delincuentes convertidos a capricho de nuestras incalculables bajezas éticas, de nuestras inconfesadas traiciones a la humanidad, se convierta en una burda disculpa que continúa favoreciendo la impunidad.
Bajo esta errónea simpatía hacia el delincuente, como recuerda Roger Roger Shattuck, al autor confeso de un delito grave no se le debe culpabilizar ya que éste “debe ser comprendido” teniendo en cuenta –aquí viene el inmoral sofisma- “la situación de pobreza económica en que nació”, bla, bla, bla. ¿Cuado las Disidencias y el ELN llevan tiempo reclutando niños, matando niños, cuando Marlón descuartizó a ocho adolescentes afrodescendientes por qué –lo he venido reiterando- ninguno de nuestros Arzobispo de la Iglesia de Puebla condenó a tiempo esta salvajada, ningún congresista o académico afrosdescendientes?
¿Si estas cuadrillas de malhechores llevan meses matando y reclutando niños desde un anterior Cese al Fuego, quiere decir que de estas demostraciones de inaudita insania nadie se había percatado?
Los repudiables comunicados en que groseramente admiten sus crímenes es una demostración de que cada vez la Ley de la selva es más fuertes mientras las máscaras oculten a los verdaderos Señores de la guerra.
Más historias
Crónica # 1232 del maestro Gardeazábal: Candidatos castrados
La Cultura Atlético Nacional: el nuevo orden del barrismo en Colombia
Los Susurros de Kico Becerra