
Por Francisco L. Valderrama A.Â
Una breve reflexión después de la extenuante jornada electoral.
Ojalá los colombianos por fin seamos capaces de pensar juntos, asà pensemos distinto, y no sigamos divididos con tanta saña.
Ojalá entendamos que la diversidad es un motor inestimable de crecimiento y que no se trata de irrespetar ni atropellar al diferente. La democracia consiste en vencer a los contradictores, pero logrado ese propósito, gobernar también para ellos.
Confiemos que Petro, interesantes y renovadoras ideas representadas en alguien que quizás podrÃa ser mejor persona, sea capaz de concertar con contrarios (y viceversa) porque ahora es el presidente de todos, aún de la franja lunática e intolerante cuyo discurso y acción explican muy bien la violencia que hemos sufrido todos, incluida ella misma.
Por primera vez el poder polÃtico no está en las mismas manos que el poder económico. Por primera vez hay alternancia real de modelos polÃticos al frente del estado. Por primera vez, a la Colombia profunda y olvidada se le asigna un rol efectivo y real en la conducción del estado. Semejantes logros hay que valorarlos en toda su dimensión
Ojalá las necesarias transacciones que la convivencia pacÃfica demanda, no terminen por desdibujar el proyecto polÃtico seleccionado en las urnas.
Ojalá nuestra institucionalidad deje de estar representada solamente por élites polÃticas y económicas ciegas y carentes de empatÃa, que convirtieron a Colombia en un paÃs al servicio de minorÃas. Ojalá las primeras entiendan que las utilidades no son un objetivo sino una consecuencia, y ojalá las segundas entiendan que la polÃtica y los negocios no son actividades compatibles.
Una cosa es clara. Colombia necesita, exige y demanda cambios. Ese fue el mandato de las urnas.
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