La implosión del edificio Mónaco es bufonada paisa. Esconden con pólvora los pecados deleznables de su alma: amoralidad, falsía y mal gusto.
Cuando la riqueza del capo sirvió, en sus aposentos la dirigencia local negociaba el salvamento de sus ranchos viejos y heredades. Pedían préstamos. Vendían chécheres. Rogaban favores. Ahora estorba ese vestigio que les recuerda la deuda de las migajas.
Con el mismo pretexto con que se piensa expiar la culpa colectiva, tendríamos que bombardear los miles de bienes incautados por la Sociedad de Activos Especiales del gobierno; oratorios y construcciones de la Comuna 14, inyectados con dineros ilícitos; demoler la Catedral de la ciudad (allí también la plata del narco fue limosna); la basílica de María Auxiliadora de Sabaneta, la gruta de la Rosa Mística del Aguacatal, qué pesar… la ciudad entera, porque la villita es hábitat natural de la transgresión. Yo conozco: El terrero sur del campus de la universidad prestante de Medellín, donde empresas locales sufragaron luego laboratorios de investigación, fue propiedad del Clan Cifuentes. El solar era un vivero que servía de trastienda a las labores clandestinas de la banda, como los hangares del Olaya. A Milton y sus hermanos compró la Universidad, después de mucho ruego directivo. ¿La cañoneamos? (Lea la columna).
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