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Por Oscar DomÃnguez G. (foto)
Los Tres Reyes Magos siguen contando con buena prensa. Avaros perfiles de los caballeros:
El rey Melchor, ventajosito el hombre, siempre iba adelante en la caravana. Le encantaba ser el primero asà fuera en el desierto. Por eso en el pesebre va siempre picando en punta.
Se tomó por asalto el liderazgo de la banda de los tres. Hasta el punto de que no se doblaba una duna -la esquina del desierto- sin su visto bueno. En el desierto sabÃa orientarse por el silbido del viento y por la forma que tomaba la arena después de una tempestad.
Adivinaba el futuro, lo que no es ninguna gracia. Pero encimaba el pasado, lo que lo convierte en el antecesor más antiguo del regresor Brian Weiss quien suele viajar a través del hilo de Adriana -prima de Ariadna- del tiempo de sus pacientes que despiertan con cuentas elevadÃsimas. Ahà es cuando se alivian.
Melchor todo lo convertÃa en plata como otro rey que anda suelto por ahÃ, un tal Midas. Por eso, siempre se despedÃa asà de sus amigos: como el tiempo es oro, no te quito más plata.
Se desestresaba de las largas caminatas en el desierto haciendo yoga en la única joroba  de su parsimonioso jumento. Era un  caso este rey. Era el que llevaba la comida  y por eso solÃa darles en la cabeza a sus colegas de recorrido. Fue el primero en practicar aquello de que la caridad entra por casa.
Gaspar era el astrónomo del club. Desde que vio la estrella de Belén se dio el caso de amor a primera vista entre los dos. Una vez que se les fue la mano en vino, les dijo a Melchor y a Baltasar: «Mis amigos, me late que ha nacido el MesÃas y a nosotros, por las profecÃas, nos figuró rendirle pleitesÃa. Asà que olvidémonos del poder y los que se abren  rumbo a Belén». Inclusive cuando habÃa viento nublado veÃa la estrella. En eso no necesitaba satélite. (Lea la columna).
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