Se dice que es mejor una democracia imperfecta que cualquier tiranÃa, y asà es. Ahà estamos como ejemplo Colombia y Venezuela. PaÃses que hoy padecen, por distintas realidades, infamias que se originan desde escenarios socio-económicos y polÃticos totalmente diferentes, aunque tengamos puntos de coincidencia conexos a lo esencial.
Si bien la gran mayorÃa de venezolanos está todavÃa en su paÃs a pesar del infierno en el que se convirtió una nación que fue opulenta, otros han decidido salir empujados por la pavorosa situación que les obligó dejar bienes tan preciados como la familia en primer lugar, asà como sus haberes, empleos, patrimonio; mucho o poco que les permitÃa vivir dignamente antes de la llegada al poder de los dos últimos mandatarios de Venezuela.
Un alto porcentaje de aquellos emigrantes está entre nosotros, y no es que gocen precisamente aquà de alentadoras satisfacciones, pero por lo menos están en un entorno de mÃnimo bienestar gracias a los ingresos representados en pesos colombianos; porque en todo caso, son superiores a los que perciben sus coterráneos que permanecen en el vecino paÃs. (Lea la columna).
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