30 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Los niños crean su propia agenda ambiental para salvar la vida en el planeta

Por Enrique E. Batista J., Ph. D. 

https://paideianueva.blogspot.com/

Sin niños educados para salvar la vida en el planeta no sobrevivirá ningún proyecto educativo. Si no es para la sobrevivencia solidaria de la especie humana y de las demás formas de vida, no tienen sentido los demás propósitos formativos. 

Los niños pueden salvar la vida en el planeta. Con el debido apoyo pedagógico y social les quedará a ellos más fácil generar actitudes, valores, comprensiones y comportamientos biofílicos frente a los diversos ambientes naturales. Ese será su mundo, no el nuestro, el de los adultos de hoy.  

El 5 de junio de cada año se celebra el Día del Medio Ambiente, este año con énfasis en la restauración de los ecosistemas. Es un día que sirve para resaltar la formación ciudadana en el cuidado ambiental y en la formación de las más nuevas generaciones como líderes del cambio de actitudes y de comportamientos frente al cambio climático y sus catastróficas consecuencias.   

Al formular metas de desarrollo sostenible se ha enfatizado el beneficio para «las próximas generaciones», pero vivimos el muy visible hecho de que esas futuras generaciones, niños y jóvenes, ya están hoy aquí. Padecen el atropello que se ha habituado por décadas sobre los recursos naturales no renovables y los seres que en la naturaleza habitan.   

Asumiendo una actitud y esperanza positivas, a más tardar en tres décadas habrán fructificado los esfuerzos de restauración de los ecosistemas. Bajo el rótulo de «desarrollo económico», en lugar de «desarrollo humano pleno y sostenible», se ha consentido, por acción u omisión de muchos, el arrasamiento de los recursos naturales de los cuales depende el armónico y bien establecido balance biológico y natural entre las distintas especies vivas. 

Los niños alrededor del mundo, aquellos que hoy están estudiando en una escuela primaria, al cabo de tres décadas serán adultos jóvenes. Reconocerán bien en sus procesos formativos escolares lo que bien se ha dicho y reiterado: el planeta no nos necesita, pero nosotros sí necesitamos al planeta para evitar nuestra propia extinción. Nada nuevo porque, como bien se sabe, en la extinción hemos sido precedidos por los hombres neandertales y denisovanos. 

No se puede seguir formando a los niños en la creencia ideologizada tan común que les señalan que como adultos tendrán una vida prospera y feliz si tienen éxitos en los estudios, una vida abundante en bienes y riquezas materiales. No.  En tres décadas, cuando sean adultos jóvenes, deberán vivir en ecosistemas saludables y sostenibles. Será necesaria una formación escolar para que los niños prevean la vida que llevarán como adultos si no se cambian los modos actuales de apropiación o usurpación de los recursos naturales. Hasta ahora hemos tenido una educación, incluida las universidades, en alto grado complaciente con los severos atropellos a la naturaleza.  

El fenómeno del calentamiento global anuncia a diario, de manera evidente frente a ojos ciegos y oídos sordos de muchos que, al final de las próximas tres  décadas, el aumento de la temperatura global conducirá a grandes cataclismos naturales de origen antropogénico, tales como la desertificación, la desaparición de selvas, la sequedad de las llanuras, el aumento del nivel del mar, el agotamiento de las fuentes de agua, incendios incontrolables, temibles y destructores  huracanes, el aumento de enfermedades y pandemias, entre otros. 

Las altas temperaturas, hasta cuatro grados Celsius más, frente a las vigentes hoy,  conducirá a  que la vida de quienes están hoy en escuela primaria sea afectada de modo grave con la muy baja producción agrícola, catástrofes naturales,  crecimiento de la pobreza y del hambre, el desplazamiento sin control hacia otras zonas geográficas (con sus efectos en la exclusión y discriminación rampantes), conflictos étnicos, guerras fratricidas para el control y apropiación  de los pocos recursos vitales disponibles, y relaciones deterioradas entre grupos sociales, culturas y países.  

Sí, ese es el escenario negativo. Es preciso y conveniente que los niños aprendan sobre los riesgos que enfrentan hoy y en el futuro para sus vidas. Es ineludible que reconozcan que no se están preparando para un camino lleno de rosas y de dulces aromas.  Por ello, deben asumir desde ya la dirección de sus procesos formativos para que con el apoyo conjunto de los adultos con conciencia planetaria promuevan la defensa de los diversos ecosistemas y de los recursos naturales no renovables. Para fortuna, hay más adultos hoy que se preocupan por la vida en el planeta, viven y promulgan la necesidad de su conservación y del desarrollo sostenible.  

Los niños se pueden formar desde ya para crear su agenda ambiental y dar vida a su propio calendario ambiental como compromiso personal, social y ético. El papel de la sociedad en general, de los maestros, de los sectores productivos y de los gobiernos es vital para alcanzar este propósito. 

Si a cada 5 de junio le corresponde el Día Internacional del Medio Ambiente, se ha celebrado semanas antes el Día del Planeta. Al lado de estos dos, existe una agenda muy amplia que hacen que todos los días sean los días de los compromisos de los niños con la salud del planeta, de todos los seres vivos y del uso racional y sustentable de los recursos naturales. Esa agenda empieza en enero con los días de la educación ambiental y la reducción de emisiones de CO2,mientras que, en los meses siguientes se celebran al menos otros  46  días más sobre el cuidado los recursos naturales esenciales para la vida en este planeta azul. Entre esas conmemoraciones se encuentran los días de: Humedales, vida silvestre, eficiencia energética, agua, bosques, salud, reciclaje, diversidad biológica, océanos, desertificación, plásticos, manglares, capa de ozono, abejas, aves migratorias, reducción de desastres, cambio climático, protección de la naturaleza, plaguicidas, suelo, y montañas. Cada uno y todos integrados cubren distintas áreas de formación escolar. Con ellos los niños crearán y conducirán su propia agenda ambiental para salvar la vida en el planeta y alcanzar en no más tres décadas un futuro próspero, ambientalmente sano y de relaciones armónicas entre personas, culturas y países. (Véase un calendario de estas fechas aquí: https://rb.gy/xfvqez).   

Reconocerán los niños, con sus maestros, y otros adultos con conciencia ambiental, que el progreso personal y colectivo no dependerá de la educación tradicional (una educación 2.0), la cual ha consentido y también formado para el arrasamiento de los recursos naturales y la explotación inmisericorde de estos.  

Ellos, los niños, no pueden ser pasivos en la construcción de su propio futuro. Con una sólida formación social, científica, cultural, ambiental y ética serán artífices, promotores y practicantes de la producción de energía limpia y de la cero emisión de gases de efecto invernadero, necesarias condiciones para el mundo amigable y sano que les corresponderá vivir.  

Es preciso redimensionar los fines formativos de la educación e impulsar innovaciones pedagógicas para alcanzar las redefinidas metas educativas, las cuales serán ejes articuladores de los demás procesos escolares.  

A guisa de disrupción, se prescribe una educación en la que se adquiera compromiso con la defensa del planeta y de sus recursos, que forme ciudadanos universales con clara conciencia ambiental. Una educación con educandos, desde preescolar y primaria hasta la universidad, dueños muy conscientes de su agenda ambiental, de los diversos ecosistemas que debemos proteger y cuidar, de la diversidad biológica, y la salud física y mental de todos, por un desarrollo humano pleno y sostenible. 

Una educación con niños socialmente bien formados que dejen crecer a las abejas (consideradas como lo seres vivos más importantes) para que polinicen a las flores y las plantas den sus frutos, que las flores expidan sus aromas y las aves migrantes las empapen en sus alas para que, volando muy alto, los vientos diseminen esas fragancias a lo largo y ancho de la tierra. 

Una educación para que un niño, amigo del desierto, le pinte sombras para que se refresque del ardiente calor, para que sus cactus florezcan, para que se llene de colores y dé abrigo a abundante variedad de vida. Porque un desierto con las sombras que le pinten los niños será otro ecosistema restaurado.