Mientras a los países latinoamericanos, salvo a Cuba y a Venezuela, los mamertos de la Unión Europea y otros líderes influyentes en el mundo, les demandan reducir sus ejércitos y sus fuerzas de policía a su mínima expresión y desarmar a todos sus ciudadanos, no obstante los problemas de fronteras que deben enfrentar y las complejas problemáticas por las que atraviesan estos países, sus ciudadanos y la humanidad en general, los chinos, los rusos y los iraquíes están conformando uno de los ejércitos conjuntos más poderosos del mundo para desestabilizar a Occidente, con la ayuda de los cubanos, de los nicaragüenses, de los venezolanos y, hoy en día, de los mejicanos ─ nuevos defensores de las dictaduras ─ para alcanzar con ellos otros propósitos inconfesables.
Es más, los chinos y los rusos están fortaleciendo sus propios ejércitos, para reunificar la vieja Unión Soviética, anexándole Taiwan a los primeros y Ucrania a los segundos. Al punto de que la China modificó su política de un solo hijo para incrementar su infantería.(Lea la columna).
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