En este momento donde las tecnologÃas nos están invadiendo con un valor extraordinario, pero nunca como sustitutos del maestro.
El maestro debe ser la joya de la corona de un paÃs. Es su humanidad. Lo que puede transmitir humanidad, no lo esperes nunca de una máquina, no lo esperes nunca de una tablet.
Ser consciente de lo que sabes, pues eso es lo que te hace humano. De ahà el valor que yo creo que tiene el maestro. Insisto de nuevo, la joya de la corona de un paÃs, que cuando lo leà en el discurso del premio nobel de Albert Camus en 1957, me sorprendió, cuando recibió el premio Nobel tan joven, solo tenÃa 44 años, con que nobleza dijo: «Y lo agradezco a ti maestro, y lo digo bien alto para que todo el mundo lo sepa, que si estoy aquÃ, te lo debo a ti» ¡Eso no se puede decir de una máquina! Eso se le dice a un ser humano. Esa grandiosidad tiene que estar ahÃ.
El valor de una buena memoria. No de memorizar como lo hacÃa Kant, no porque fuera tonto, sino porque cogÃa tres, cuatro, cinco o seis de las páginas más importantes de cada tomo y se las aprendÃa de memoria para poder evocarlo para poder conseguir hacer algo y trasladarlo al papel, pero memorizar hoy dÃa no hace falta, eso se puede tener en una tablet.
Pero lo que es transferencia de conocimiento, lo que es la semántica, la sintaxis, la prosodia, el colorido, lo emocional y lo que llega a los valores, no puede hacerse en una tablet. Es la toma de conciencia del valor de la educación.
Somos lo que somos por esa capacidad plástica que tiene el cerebro de transformarse con las palabras, con la emoción y con los sentimientos. Es lo que nos hace ser lo que somos ahora.
Pero no diferimos, ni por piel, ni por genes, ni por lo que ya es obsoleto: raza… ni absolutamente por nada.
Somos sapiens. Somos lo que la educación hace de nosotros.
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