Esta semana, mientras estábamos todos totalmente distraídos con la novela de Cristo José, a la cual, personalmente creo que le hace falta un pedazo-, los estudiantes de universidades públicas y privadas de todo el país marchaban por defender sus derechos y alzaban una voz de protesta por el olvido estatal hacía sus instituciones.
Las causas justas en teoría deberían defenderse por si mismas y no que sus escuderos o promotores tengan que alzar su voz de protesta para ser escuchados, y así los ojos de la opinión pública nacional se fijen en ellos.
La movilización fue increíble y sentó un precedente sobre la solidaridad que despierta el abandono económico hacía la educación pública y sus instituciones.
La educación pública no solo es una opción de formación de calidad, si no también es un trampolín para ocupar cargos públicos y privados, importantes dentro del desarrollo de nuestra sociedad.
Gracias a la universidad pública, los sectores más olvidados de la sociedad han podido llegar a posiciones que nunca imaginaron y que fueron a través de las oportunidades generadas por la academia.(Lea la columna).
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