Colombia sufre en carne propia y de manera directa los efectos de una dictadura que ya ha superado todas las fronteras de la violación de las libertades y los derechos humanos.
La figura del dictador Nicolás Maduro, inmisericorde, frío y calculador ante el dolor de su pueblo muerto de hambre, se erige cada día más como la de un hombre dispuesto a todo, inclusive a atacar a Colombia con tal de mantenerse en el poder.
La visión distorsionada de los hechos que ofrece en cada una de sus intervenciones, para justificar su estilo de gobierno y explicar la masiva migración de sus compatriotas hacia Colombia y otros países de Suramérica, nos trae a la memoria la imagen de la dinastía Somoza en Nicaragua que sumió a ese país en una época inolvidable de terror.
La permanente violación de las libertades y de los derechos elementales de los ciudadanos es un rasgo indiscutible de las dictaduras. (Lea la columna).
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