28 diciembre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Ya no es hora de error y ensayo

Haga Click

Image Map

Carlos Mario Restrepo

Por Carlos Mario Restrepo Tamayo 

Ahora años, como decían los abuelos, no se conocía el estrés ni la depresión, se podía dormir plácidamente aún con las ventanas abiertas y el sueño solo nos lo quitaba el mal de amores. Tiempos aquellos que no volverán. Vale recordar… a principios del siglo XX en el acto de celebración del día que llegó la luz a Medellín, la frase del célebre del personaje típico «Marañas» que una vez vio la luz encendida, mirando a la luna le dijo: «ahora si luna te jodites, ahora te tocó irte a alumbrar a los pueblos».

La plata siempre alcanzaba y los pocos millonarios que existían eran de tal sobriedad y recato que nadie lo intuía ni lo sabía.

Anteriormente ser millonario era muy barato, no había que descrestar a nadie, no se conocía ni la Coca Cola ni la pizza ni la ropa de marca, la alegría costaba muy poco y la tristeza no era directamente proporcional al vacío de los bolsillos.

En aquellos tiempos la sinceridad y la palabra no estaban comprometidos ni estaban hipotecados, mucho menos el respeto, la moral y la lealtad. Las personas valían por lo que eran, por su trayectoria e integridad, por su ejemplo en la familia y en la sociedad, no valían solo por lo que tenían o aparentaban tener.

La ética y las buenas costumbres, los principios y valores, los méritos en su trayectoria profesional eran requisitos «sine que non» para ocupar los más altos cargos en las tres ramas del poder público: el ejecutivo, el legislativo y el judicial.

En la actualidad esto ha cambiado mucho, desde un tiempo para acá y en gran parte por la nefasta herencia del narcotráfico, está haciendo carrera una nueva cultura donde prima el «CVY y el DIOS DINERO», la corrupción es rampante en todas las instancias del sector público, los valores y principios del pasado duermen el sueño de los justos.

Hoy cualquiera se postula para ser congresista y para ser presidente de la República. Poco importa su trayectoria, experiencia y méritos profesionales y lo que resulta más grave, poco importa que haya tenido prontuario, investigaciones por conductas ilícitas o falta de ética en su vida profesional.

Dicen que la democracia, el menos malo de los sistemas de gobierno, está en crisis y en decadencia y resulta que quien está en decadencia y en crisis es la misma sociedad y la institucionalidad, en muchos casos incompetentes, tolerantes, acomodadas, cobardes y alcahuetas.

Colombia está a las puertas de tener las elecciones más importantes en la historia de la República, tanto para designar el presidente, como para elegir los miembros del Congreso que es donde reposa el Estado de Derecho, el equilibrio d poderes, la institucionalidad, la legalidad y la democracia. No podemos equivocarnos en la elección de estos cargos y es nuestra gran responsabilidad con el futuro de las nuevas generaciones.

Una buena presidencia de la República no se logra con simples eslogan de campaña ni con meras promesas y mucho menos con el trabajo aislado de una sola persona. Una buena presidencia es el resultado de un buen programa de gobierno, planificado y sostenible, ejecutado por un líder experimentado y con resultados, en compañía de todo un equipo de ministros competentes en cada cartera, con un congreso de la República ejerciendo su cargo legislativo y de control en forma independiente, al igual que unas altas cortes retomando el sendero de la justicia y la moralidad.

En Colombia no estamos en el momento para hacer ensayos en el Congreso de la República ni con la primera magistratura. Tenemos que exigir a todos los candidatos a estos altos cargos hojas de vida limpias, ética a toda prueba en su vida profesional y trayectoria con experiencia en el sector público y privado, acompañado de un programa de gobierno que responda a las necesidades de todos los colombianos.

Estamos definiendo el futuro de la patria, la etapa del error y ensayo no tiene cabida en este momento.

No podemos actuar como meras porristas pagadas para animar un mediocre partido de fútbol de pueblo.