18 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Y el pueblo colombiano por fin lloró de felicidad

Claudia Posada

Derechos y libertades para unos sí, para otros no, crean heridas profundamente dolorosas. 

Por Claudia Posada 

Carl J. Jung, el médico psiquiatra suizo quien fundara la escuela de psicología analítica, conocida también como la Psicología de los Complejos o psicología profunda, tiene además muchas frases célebres que sin duda nos ponen a reflexionar sobre nosotros mismos y los que nos rodean, haciéndonos realmente profundizar en actitudes, reacciones, posturas y composturas que tal vez no advertiríamos sin la interpretación de sus enunciados. Después de observar lo que manifiestan en sus cuentas de twitter, en declaraciones y entrevistas las distintas personalidades del mundo político, empresarial, socio-económico y en general los ciudadanos colombianos, e inclusive del exterior, desde cuando fue elegido Gustavo Petro como el nuevo presidente de nuestra nación, y hasta ahora, una semana después de su posesión; entre  tantas frases grandiosas de C.J. Jung, encuentro una, a mi modo deber, que se ajusta perfectamente a lo que evidencia una parte de los colombianos cuando se descomponen frente a la nueva realidad política:“Pensar es difícil, es por eso que mayoría de la gente prefiere juzgar”. 

Juzgando, y respaldando sus juicios con mentiras; juzgando, mientras apoyan sus juicios en perversas tergiversaciones; juzgando, a la vez opinando con hipocresía, pretenden hacernos creer que se ponen en los zapatos de otros. Confirmamos por estos días de polémicas, lo que se venía descubriendo desde la campaña presidencial; tristemente, el afán de influir en el pensamiento colectivo, no nace del sentimiento genuino de aportarle al país para la paz y el bienestar. Colombia es como una bella mujer a la que no se le atienden sus padecimientos, males que en ella avanzaron afectándole toda, por lo que no ha podido ser feliz en su existencia. Colombia llora sus amarguras y sufre heridas mortales, mientras es explotada para usufructo de unos cuantos insaciables.  Los valores morales y éticos ahora son parte del pasado. De los principios cristianos apenas quedó la pantomima que exhiben los falsos bondadosos en las iglesias; la misma que ostentan en algunas marchas de “gente bien” en las que se les permite protestar porque sus ideales sí son legítimos.  

En Colombia los pecados no están clasificados según el daño que causan; los hay mortales si los cometen quienes socialmente -no en juicio- merecen rechazo y señalamientos; pero esas mismas acciones son simples errores menores cuando son cometidas por ciertos sectores.  Derechos y libertades para unos sí, para otros no, crean heridas profundamente dolorosas. Pretender tapar verdades, intentar que se oculten muertes infames etiquetando con el rotulo de “mentiroso” a quien cumple una misión inmensamente digna y desconociéndole que cumple con plausible humildad tan dolorosa tarea (me refiero al Padre Francisco de Roux) ilustra entre tantos ejemplos, lo que hará tan complejo el propósito de paz del nuevo mandatario de los colombianos. Lidiar con las rabias y la desfachatez; con el odio vengativo personal (sembrado y echando raíces en grupos dominantes por relacionamientos  de poder); entender que involucran amores de esos que sí quitan conocimiento; bregar con los que padecen ambiciones descontroladas y con esas  fijaciones que van de la obsesión a la perturbación irracional; son las probabilidades en todo escenario para el trabajo inspirado en el deseo de cumplir que anima a cada uno de los responsables de llevar a la gestión púbica que les fue asignada, sus propias ilusiones y las del pueblo colombiano que lloró de felicidad -esta vez no de amargura como infinidad de veces-  viendo la posesión del mandatario que representa la izquierda progresista, Gustavo Petro, y oyendo su sentido discurso.