
Por Oscar Domínguez
Nota:El caricaturista colombiano Vladdo se alzó con el Premio Nacional de Periodismo CPB 2025 en la categoría de caricatura, gracias a su trabajo titulado “Petro Pilatos”, publicado en la portada de “Un Pasquín”, en enero de 2024. El galardón fue entregado durante la ceremonia de la edición número 43 del premio, que este año coincidió con la conmemoración de los 80 años del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB). Sobre el premio escribió Vladdo en su cuenta de X: “Muy emocionante recibir el Premio Nacional de Periodismo en caricatura 2025, del Círculo de Periodistas de Bogotá por este trabajo, publicado en enero del año pasado en la portada de ‘Un Pasquin’. Aunque parezca de hoy, es una caricatura del 2024”, mencionó Vladdo.
Aleida, la exitosa caricatura de Vladdo, está cumpliendo 25 años, informa El Tiempo. ¿Quién es el tal Vladdo? Dejemos que lo diga ella:
Mi otro yo, Vladdo, ex Vladimir Flórez Flórez, no nació, lo fundaron el 22 de diciembre de 1963 en Bogotá (Wikipedia dice que en Armenia) y diez segundos después empezó a ejercer como “enfant terrible”, oficio que sigue desempeñando varios lustros después de publicar sus primeros monos el viernes 14 de marzo de 1986, en La República, el diario azul Bertha Hernández de Ospina.
Nació él y empecé a pelechar también yo, Aleida, la que lo mantiene hace años. Fui creciendo a través de las lecturas de tiras cómicas que alquilaba en la Calle 21 de Armenia donde vivió tempranamente. Por eso lo dan por quindiano, pero no, “habemus” rolo.
En su imaginario, como dicen las “socialbacanas”, yo Aleida, soy la prolongación de Jane, la mujer de Tarzán, Diana, la del Fantasma, Narda, la de Mandrake, Pepita, la de Lorenzo, Lucy, la de Carlitos, el gato Garfield, de Jim Davis, la Marge, de este Homero Simpson cuyabro.
Las tías de mi mantenido se preguntaban angustiadas si el niño creía que se podía ganar la vida haciendo mamarrachos.
Su hija Sofia en quien descubrió “una nueva forma de idiotizarme con las mujeres”, comentó una vez, siendo niña: “Mi padre es caricaturista. Mi mamá trabaja”.
Vladdo tiene esa incierta edad en la que los hombres como él no saben si van o vienen. Yo, como toda mujer, tengo la edad de los sueños eróticos de mis amantes.
En este caso, y perdón por el incesto, me refiero a los sueños de Vladdo, mi papá Quino de cabecera. Aunque para ir fijando posiciones, Vladdo podrá ser mi Quino, pero ni sueñe que yo seré su Mafalda. Mejores propuestas he ignorado.
UNA MUJER SIN SONRISA
En esas lecturas infantiles de historietas, en los monos que iba dibujando en sus cuadernos escolares, en el periódico de un tío y en el cadapuedario del colegio, fue haciendo camino al andar. Y definiendo mis rasgos. Ignoro por qué no le alcanzó la tinta para pintarme la boca. Tal vez para que no viera esa “certaine sourire” que me produce verlo parir sus creaciones.
Cuando las musas de la caricatura le escurren el bulto me mira con la ternura de Nick, el centenario perrito de la Víctor. Me ha tocado soplarle ideas para La República – donde se inició, como dije-, El Tiempo, donde también se las da de columnista, El Siglo, El Espectador, Diario del Otún, Diners, Credencial o Semana, donde fue reclutado por ese Don King de medios que es Felipe Lázaro López Caballero quien bautizó sus colaboraciones bajo la razón social de Vladdomanía.
Envidio a López pues para conservar su matrimonio decidió vivir junto pero no revuelto con su mujer, Lila. Es la fórmula ideal que acuñó el estrato seis para coquetearle a la esquiva felicidad porque, según mi Florence Thomas de cabecera, la actriz María Félix, el “amor es voz, puerta cerrada… pero sobre todo es protocolo y misterio y eso se pierde con el trato, con la rutina diaria”.
Abajo los maridos bon-bril que duran y duran. Sueño a veces eróticamente con Felipillo pero Vladdo no soporta los cuernos platónicos. Tal vez allí está el origen de mi soltería. Yo le tolero todas las viejas pero no sus aberraciones con la Macintoch como tecnomaníaco consumado que es.
HACER EL AMOR CON GANAS AJENAS
Parece que me quedaré para vestir santos porque me puso peinado de mujer que no conoce un orgasmo. Debo admitir que tengo cara de hacer el amor con las ganas de mis peores amigas. Lo mismo le pasa a él, dicho sea, sin ofender.
Para mi narcisismo, en una caricatura la escasez de rasgos es virtud. Remember al suicida Ricardo Rendón, maestro de maestros. En todo caricaturista hay un Rendón le oí decir en su cambuche de anacoreta urbano al maestro Elkin Obregón colega de Vladimiro.
En los escuetos dibujos que me hace, a veces sobra el texto, otras el mono. No pocas, sobra el caricaturista así sea un diseñador gráfico enemigo personal de la tauromaquia y admirador de Alemania que ha ganado los premios de periodismo del CPB, el Ivonne Bolívar, SIP…
A veces me siento la suma de las amigas que no ha tenido Valddo. O de las mujeres que no ha podido hacer felices. Tampoco infelices, para ser justa, «virtud» esta que no me gusta. Nos vuelve monótonas, predecibles.
De su condición civil no me consta si es felizmente separado o no. Aprovecho para lanzar al viento la propuesta de que antes de casarse con un separado, una debería tener la opción de hablar primero con su exmujer. O con sus exnovias. Sólo ellas saben por dónde va el agua al molino sexual. Y síquico. Y bancario.
De pronto tengo la pesadilla de soñar que me inventó para curarse del creativo escepticismo que ha adoptado como religión. ¿Será que tenía razón André Maurois cuando proclamó que “la verdad de un hombre es, ante todo, lo que oculta?”.
MIDAS CUYABRO
Vladdo cada día vive más de mí. Hasta el punto de que no tiene complejo de Edipo sino de Aleida. No en vano me convirtió en agenda. Salgo más en la prensa que todas las viejas de los realities juntas. Nada de raro tiene que aparezca en cucos, brasieres, condones, pasacalles, publicidad política pagada. Eso es a mis espaldas porque ni me compro ni me vendo.
Este Midas de anteojos todo lo que coge lo vuelve Aleida. Por algo García Márquez dice que solo me falta un poco de amor para ser perfecta.
Vladdo convirtió mis angustias existenciales y mi esquiva sexualidad en multinacional del humor.
De pronto hasta quito y pongo presidente con esta creciente fama. A propósito: la política ha sido el modus comiendi de Vladdo. Yo soy apenas un juguete, un clínex, en su hoja de vida síquica.
Por ello, desde mi eterno femenino no entiendo la orgía de felicitaciones de los expresidentes que aparecen consignadas en su libro “Lo mejor de lo peor”, dedicado a Héctor Osunaquien considera “lo mejor de lo mejor”.
Debe ser que el activo y rendidor club de los expresidentes es muy irónico, cínico, demasiado sarcástico, o le tiene pavor a Vladdo. O todo al mismo tiempo.
(Cuando hablo de pavor, me refiero a que temen que no los vuelva a mencionar. Un político soporta todo menos el silencio de los caricaturistas que les hacen –gratis- la mitad de sus campañas. También yo tiemblo cuando pasan días sin que nadie me lo pida).
OLVIDAR POR NEGOCIO
Las mujeres preferimos vivir más de nuestras amnesias que de nuestros recuerdos. No hemos perfeccionado lo suficiente el olvido. Nos la pasamos perdonándolos.
Ojalá pudiéramos olvidar todo lo que nos hacen. Hasta en eso son de buenas. Si mucho los odiamos que es una forma de seguir amándolos. Deberíamos olvidarlos por negocio, por asepsia mental.
Si entre los dos no estamos haciendo algo por la liberación femenina que les devuelvan la plata a las viejas que nos leen. Una secreta aspiración mía es convertirme en una Florence Thomas alterna. Del ahogado el sombrero.
He aprendido que un caricaturista es un ginecólogo al revés. La mitad más uno de lo que dice sobre nosotras es fruto de lo que ignora del alma femenina.
Yo diría que Vladdo es un mal necesario, como los preservativos.
A veces amanezco muy lambona, pensando que Vladdo es un injerto de Wilde con Nicolás Mora Dávila, mezclado con la cartilla que ha recibido de su gurú, el maestro Osuna.
Para tener a Vladdo completo, adiciónenle las virtudes y debilidades del bobo sapiens, su tangomanía, su autoproclamada condición de clon único y una capacidad permanente para inventar asombros, o diseñar diarios, revistas, páginas de internet aquí y en Cafarnaún, o mejor, en Miami, su Armenia gringa.
De pronto siento que me creó para ahorrarse siquiatra. Con los hombres una nunca sabe.
Insisto: es más lo que ignora que lo que sabe sobre nosotras. Por ejemplo, estoy esperando el matacho en el que diga que lo primero que deben enseñarles a los machos desde primaria es fisiología femenina. ¿Si no saben qué es y dónde queda el punto G, cómo pueden hacernos felices en el catre? Bueno, seguramente lo que les interesa al hacer el amor es ser felices ellos, nosotras que nos jodamos.
A veces creo que ninguno de los dos sabemos que nos amamos. ¿Será este el principio de la verdadera felicidad? No les quito más tiempo. (Lín eas sometidas a latonería y pintura).
VLADDO VISTO POR VLADDO
El cuyabro-rolo del Vladimir respondió alguna vez estas preguntas que le envié a través del prosaico correo electrónico:
– ¿“Recuerda” que estaba haciendo el día de su nacimiento?
– Debía estar deslumbrado, con tanta luz…
– ¿Tiene claro el primer recuerdo de persona que vive en este planeta?
– Es una imagen asociada a mi padrino, Eduardo Alzate, con quien viví mi infancia.
– ¿Qué tiene del primer apellido y qué del segundo?
– Lo mismo (soy Flórez Flórez –aunque mis padres no tienen ningún parentesco–)
– ¿Está amañado con el signo que le tocó en reparto?
– Sí, trato de no hacer quedar mal a los profetas del tarot.
– ¿Se ha guiado por lo que dicen los astros de usted?
– Sólo me dejo guiar por la buena estrella que me ha acompañado a lo largo de la vida.
– ¿Tiene muy alborotado el complejo de Edipo o de doña Electra hay algo?
– Ni poquito.
– ¿Si volviera a nacer repetiría el mismo libreto?
– El libreto ya estaba escrito y me ha gustado el rol que me asignaron.
– ¿Mientras más conoce a los hombres más quiere sus monos?
– Mientras más conozco a los hombres, más quiero a las mujeres.
– ¿La caricatura para qué?
– Para compartir opiniones.
– De dónde nació esa devoción por la caricatura por la que usted muere?
– De una observación ingenua y desprevenida del mundo.
– ¿Fue un estudiante nerd, es decir, de esos jartos que siempre sacan cinco en todo?
– Jamás. Nunca sacaba cinco; ni siquiera en dibujo. Pero saqué el mejor Icfes del curso. Por lo demás era un desastre: no llevaba cuadernos, no estudiaba para las previas, me expulsaban de clase por indisciplinado, me daba pereza hacer ejercicio…
– ¿Cuál era su modus operandi para enamorar Aleidas?
– Escuchar el cuento que cada una tenía que decir, así ya uno se lo supiera.
– ¿Usted enamoró a Aleida o ella lo enamoró a usted?
– Yo no la enamoro; cada Aleida escoge su Vladdo.
– ¿Es más fácil ser buen padre o aspira a ser mejor abuelo?
– Por ahora tengo suficiente con tratar de ser buen padre.
– ¿Le da miedo envejecer?
– Más que envejecer, me da miedo deteriorarme.
– Entre lo que ha hecho en vida, ¿qué le hace sacar pecho?
– Poder vivir de mis dibujos.
– ¿Cómo resumiría su papel de homo sapiens?
– Es un papel que toca aprender a representar cada día…
– ¿Qué hará en su próxima reencarnación?
– No sé; uno no sabe en qué quede convertido después de que lo reciclen.
– ¿Le da gracias a la vida, o no le ha dado tanto?
– La vida ha sido generosa conmigo, pues me ha puesto muchos retos –no siempre sencillos–, pero me ha dado las herramientas para superarlos.
– ¿Tiene listo su epitafio?
– Alguna vez lo pensé. Creo que decía: “Yo les dije que estaba enfermo”.
– ¿El pecado que más le gusta cometer?
– La pereza –ojalá en compañía–.
– ¿Virtud que más admira en los demás?
– La inteligencia.
– ¿Defecto que le gustaría tener?
– Ya tengo los defectos más que completos.
– ¿Quién le gustaría haber sido?
– Si toca escoger uno, Gutemberg.
– ¿Qué es un amigo?
– Alguien como Gustavo del Castillo.
– ¿Los enemigos para qué?
– Para recordar que no somos monedita de oro.
– ¿Persona que más ha influido en usted?
– En lo personal, quien más me mueve hoy en día es mi hija; más que influencia, es motivación. En lo profesional, Héctor Osuna, no en cuestiones de forma, sino de fondo.
– ¿Qué lo saca de quicios?
– Enfermarme.
– ¿Tiene con qué salvar su alma?
– ¿Quién dijo que ya estaba condenada…!
– ¿De qué le gustaría morir?
– De repente.
– ¿Qué le gustaría olvidar?
– No recuerdo.
– ¿Por qué desea que lo recuerden?
– Por vanidad.
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