Por Gabriel Zapata Correa
En su afán de saciar su sed de odio y venganza, y en cumplimiento de los favores que les debe a los criminales por su respaldo a su campaña, el presidente Petro sigue demostrando que no tiene escrúpulos ni fronteras éticas.
En un acto realizado en Montería para entregar a campesinos más de 8.000 hectáreas de tierras a víctimas de despojo a manos de las AUC, el mandatario se hizo presente con el exjefe paramilitar Salvatore Mancuso, quien no ha pagado mi un día de cárcel por los más de 40 mil crímenes que él ha reconocido.
Aunque este evento fue presentado por el gobierno como un símbolo de reconciliación entre víctimas y victimarios, han sido muchas las críticas que ha recibido desde diferentes ángulos, especialmente porque este encuentro ha sido considerado como un irrespeto a las víctimas de este criminal, quien se presentó sin pena como un héroe de la guerra que tanta sangre regó en Córdoba.
Inclusive en el mismo acto había tanta incertidumbre por la reacción de los presentes, que el protocolo del mismo no consideró la posibilidad de que algunas de las víctimas tomaran la palabra.
Vale recordar que Mancuso, quien cumplió una condena de más de 18 años en cárceles de Colombia y Estados Unidos, ha sido designado como gestor de paz en las negociaciones con exmiembros de las AUC, con el objetivo de esclarecer el destino de los bienes entregados al Estado.
Fue asqueante este acto, en el cual el presidente Petro demostró que no respeta fronteras de la ética y de los valores. Llegó hasta el punto la admiración del mandatario por Mancuso, que no solo lo abrazó, sino que intercambió su sombrero con él. No faltó sino que intercambiara de camisa.
Este abrazo entre Petro y Mancuso se produjo 20 años después de que ambos se cruzaran en el Congreso de la República. En aquella ocasión, Mancuso, entonces líder de una organización criminal, fue ovacionado luego de un discurso que pronunció en el legislativo, un hecho que sigue siendo recordado por su polémica.
Durante el evento en el que estuvieron juntos Mancuso y el presidente, Petro dijo que “ese proceso de paz terminó, en mi opinión, mal. A ustedes los extraditaron: no estaba escrito en el acuerdo de paz. Es decir, quienes los aplaudían considerándolos héroes —los senadores, los representantes a las cámaras, los grandes propietarios de la tierra en Colombia, los grandes empresarios del país, los cacaos y ciertos medios— los aplaudían como héroes, como salvadores, porque ustedes eran capaces de demostrar que, a partir de la sangre, podían extirpar la rebeldía. Rebeldía de la gente, más que de las guerrillas. Esos mismos que los aplaudieron los pusieron en un avión encadenados, esposados y se los llevaron a una justicia extranjera”.
A Petro no le importaron los 40 mil muertos de Mancuso, para salir a defenderlo y convertirlo en víctima, en este acto que todavía produce asco entre los colombianos de bien, y que reclaman, como a los excabecillas de las Farc, que paguen siquiera un día de cárcel en Colombia. Pero Petro, quien sigue orientado por su odio, aprovechó para enviarle sus dardos envenenados al expresidente Uribe, quien en ejercicio de su mandato extraditó a los excabecillas asesinos de las AUC, comandados por Mancuso, ahora el nuevo héroe de Córdoba.
Es claro que, además, el presidente Petro continúa pagando los favores que les debe a los cabecillas de la criminalidad, comprometidos con él en que ganara la presidencia. Fueron claras las diligentes visitas de su hermano por cárceles y penitenciarías del país. A ellos sí les cumple, pero no a los ciudadanos de bien, quienes aún esperamos que el mandatario sea el presidente de todos los colombianos y que cumpla con el cambio prometido.
Mal precedente deja el presidente Petro con este acto de la mano de su nuevo mejor amigo, porque está ratificando que en Colombia ser criminal y sanguinario sí paga.


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