
Por Gabriel Zapata Correa
Cada que pasa un día más de este gobierno del presidente candidato Gustavo Petro, improvisado e incoherente, crece como espuma la irresponsabilidad de los partidos políticos que le firmaron un cheque en blanco a la coalición de gobierno, a cambio de burocracia y mermelada.
Los partidos Conservador, Liberal y la U no pueden pasar de agache en lo que está pasando en el país, haciéndose los de la oreja mocha, aprobándole todo al gobierno de turno sin ningún reparo ideológico, y arriesgando las estructuras de la nación en una coyuntura económica que nos muestra un futuro muy oscuro, según nos lo explican los expertos.
Los directores de estos partidos, el senador Carlos Andrés Trujillo, el expresidente César Gaviria y la excongresista y exgobernadora del Valle del Cauca, Dilian Francisca Toro, rindieron la cerviz de sus colectividades sin consultar con sus bases populares, las mismas que cargarán con las consecuencias de la reforma tributaria que saldrá aprobada bajo las condiciones que impuso la nefasta tenaza izquierdista que nos gobierna.
En el Partido Conservador, la mayor carga de responsabilidad caerá evidentemente sobre el senador de Itagüí, Carlos Andrés Trujillo, el congresista de mayor preponderancia en el Gobierno del presidente candidato Gustavo Petro, y quien ha sido el mayor beneficiario de la torta burocrática, o casi el único, como lo dicen los congresistas azules que están inconformes con haber arrodillado el partido a la coalición de Gobierno. El ministro del Transporte, Guillermo Reyes, es del corazón de Trujillo, desde que este fue alcalde de Itagüí.
El senador Trujillo entregó 170 años de historia del Partido Conservador y lo convirtió en una secta de izquierda que no defiende ya la propiedad privada, ni los derechos adquiridos de la clase trabajadora, y que respalda abiertamente y sin reparos las propuestas mamertas contra el sistema de la salud, ubicado entre los 10 mejores del mundo, según lo registra The Economist.
Las alianzas burocráticas y clientelistas del senador Trujillo, se extienden a Medellín, con el cuestionado excongresista liberal Julián Bedoya, quienes son los principales aliados del alcalde Daniel Quintero, cuya tarea de acabar con Medellín y las Empresas Públicas le están dando los resultados que está buscando desde que llegó a la Alcaldía.
El papel autocrático del senador Carlos Andrés Trujillo en el Partido Conservador, viene siendo cuestionado por la dirigencia tradicional de esa colectividad, en cabeza del expresidente Andrés Pastrana y del excongresista Omar Yepes Alzate, entre otros de gran relevancia, quienes han sido guardianes de sus principios y de su ideología.
Por esta razón vienen convocando a las bases del partido, para levantar las banderas en contra de quien ha claudicado su ideología a cambio de prebendas y beneficios personales, sin escrúpulo alguno. Como afirman algunos analistas, en nada se diferencia el Partido Conservador de las líneas que viene trazando la izquierda desde el ejecutivo, y en el Congreso de la República. Son la misma mescolanza, sin vergüenza alguna.
Pero si en el Partido Conservador la tempestad crece cada día más, en el Partido Liberal no escampa. El expresidente César Gaviria ha dado unos bandazos desconcertantes, también sin consultar con las bases de la colectividad, que, en tiempos pasados con líderes de convicciones verdaderamente liberales como Jorge Eliécer Gaitán, Virgilio Barco o Luis Carlos Galán, por ejemplo, otros cantares estuviéramos escuchando.
El expresidente Gaviria, al igual que Trujillo, convirtió al Partido Liberal en un mercado de intereses burocráticos y económicos, a espaldas de las clases populares. No se nos olvide que Gaviria cogobernó con el expresidente Santos durante ocho años y le sirvió en bandeja el partido, hasta el punto que le aprobó en el Congreso la nefasta reforma tributaria con el 19% del IVA a la canasta familiar.
Y lo mismo hizo Gaviria con la actual Petrotributaria, pese a que hace 15 días dijo que era imposible que el Partido le apoyara esta propuesta impositiva al candidato presidente Petro. A Gaviria también le cobrarán en Medellín su respaldo irrestricto a su amigo incondicional al alcalde Daniel Quintero, sin lugar a dudas el peor en la historia de la ciudad.
Y el Partido de la U no se podrá esconder en los silencios de su directora Dilian Francisca Toro, cuya colectividad también se le entregó sin condición alguna a los brazos de la izquierda, y obviamente viene respaldando las ideas mamertas que nos están conduciendo al abismo, el mismo en que está Cali, donde lo tiene el alcalde Jorge Iván Ospina, con el apoyo de la exgobernadora.
Menos mal se vienen las elecciones territoriales, en las cuales las bases de los partidos tendrán la oportunidad de manifestar en el voto sus inconformidades con las decisiones autocráticas de sus dirigentes.
Los congresistas, quienes tienen curul asegurada por este periodo, necesitan elegir concejales, diputados, alcaldes y gobernadores que les garanticen el control en sus territorios, y quienes en el futuro serán sus jefes debates en las próximas campañas.
Este será el momento de cobrarles por ventanilla el haber convertido a sus partidos en los mejores contratistas de este gobierno de izquierda, sin rumbo y sin coherencia, en contra de sus principios ideológicos y de las clases populares.
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