20 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Vistazo a los hechos: El alcalde Quintero está revocado 

Gabriel zapata

Por Gabriel Zapata Correa 

Comencemos por decir que la moral no es uno de los ejes a través de los cuales se mueva la política, donde generalmente se impone el lema del “todo vale”, o este otro del “fin justifica los medios”. 

No obstante, siempre hemos sostenido que la ética tiene que seguir siendo uno de los motores de la economía, de los negocios y de la actividad política, porque esta, principalmente, es el corazón que mueve todo el país, desde el nombramiento de una maestra en el lugar más escondido de Colombia, hasta la decisión más trascendental de un departamento o de una ciudad. 

Por eso, siempre dijimos que la decisión que se tomara alrededor del proceso de la revocatoria del alcalde Daniel Quintero tendría que ser absolutamente prístina, alejada de cualquier duda que salpicara la determinación que se tomara, para que este difícil mecanismo de participación ciudadana no se convirtiera en otro camino de más de frustración para la comunidad que sigue creyendo en la democracia. 

Pero desafortunadamente no fue así. Desde que se inició el mecanismo de revocatoria se le pusieron todos los palos posibles en las ruedas, y luego de un tortuoso proceso en la recolección de firmas y de sortear el dificilísimo obstáculo de la Registraduría, cuya actuación parecía más la de enredar o de apoyar al encartado que de aportar en soluciones, se llegó al Consejo Nacional Electoral. 

Como es de conocimiento público, el Consejo Nacional Electoral es un tribunal político, que toma decisiones jurídicas es cierto, pero regido por jerarcas políticos, injerencias políticas, influencias y presiones políticas y movimientos políticos, los mismos que motivaron la elección de sus integrantes. Entonces sus decisiones son políticas, y no de otra manera debe mostrarse la decisión que acaba de tomar sobre la revocatoria de alcalde Quintero. 

Como una acotación curiosa, aunque muy ilustrativa de este análisis, traigo a cuento el ejemplo del diario El Colombiano, que cada que se refería al magistrado del Consejo Nacional Electoral que llevaba el caso de Quintero, decía así: “el magistrado César Augusto Abreo, muy cercano al expresidente Gaviria”. Suficiente explicación que deja dicho todo. 

¿A quién le queda menor duda que la decisión del Consejo Nacional Electoral dejó más preguntas que respuestas? 

Era un secreto a voces, no solo en Medellín, sino en Bogotá en los altos círculos del poder, que la revocatoria de Quintero se hundía en este y dudoso tribunal.  

Pero contrasta todo este mundo oscuro de influencias y mentiras, con la voluntad popular y el rechazo a la administración del alcalde Quintero, cuya agresión permanente a la comunidad generó ese gran movimiento de su revocatoria. Pero la mentira y el engaño se impusieron, bajo el amparo de las normas jurídicas supuestamente defendidas por dos entidades embargadas hoy por las dudas de la opinión pública: La Registraduría Nacional y el Consejo Nacional Electoral. 

Este marco de ideas nos lleva a la contundente conclusión, que a la comunidad le queda la tranquilidad de que el alcalde Quintero está revocado moral y éticamente. Es un mandatario sin legitimidad, y sin respaldo ético y moral.  

No lo reconocen, ni lo aceptan las entidades cívicas y no es aceptado es importantes círculos y entidades institucionales de la ciudad. Porque, si tiene que amangualarse con los bajos mundos donde se maneja el engaño y la mentira, para mantenerse en el poder, carece de la legitimidad legal para llevar en la frente y en el corazón la impronta que lo debe distinguir como alcalde de la ciudad. 

La prueba es que el alcalde Quintero se no se atreve a pisar determinados sitios públicos como restaurantes, teatros y algunos clubes y escenarios públicos por el rechazo popular que ya le ha sido manifiesto. 

Por lo demás, nos parece obvio, aunque vergonzoso, el silencio de la mayoría de los congresistas antioqueños en ejercicio y de los electos y demás dirigentes políticos, porque están más que satisfechos con los contratos de la Alcaldía, o como se dice popularmente en la calle, los tiene comiendo alpiste en la mano. 

Pero aceptemos que el alcalde ganó, porque acá no cuentan la ética ni la moral.  

Sin embargo, queremos que el alcalde termine lo mejor que pueda la tarea para la cual fue elegido, porque lógicamente esperamos que a la ciudad le vaya mucho mejor que hasta el momento, cuando falta más de año y medio para que finalice esta horrible e irrepetible pesadilla.