22 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Vergüenza ajena

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Carlos Alberto Ospina

Por Carlos Alberto Ospina M. 

Desde los tiempos más oscuros de la historia contemporánea, el país no había sufrido una administración tan desquiciada, torpe, ególatra y aparentemente desconectada de la realidad. El autodenominado “presidente del pueblo” es producto de las marchas subvencionadas y de los discursos atiborrados de vacilaciones violentas, lo que ratifica la falta de cultura política e identidad como nación.

En presencia del iluminado del caos hace falta un mínimo de dignidad, lejos de guardar silencio cómplice por parte de la izquierda que incendia la casa y luego, se tapa el rostro con una manta en espera que nadie advierta que, aún, sostienen el fósforo encendido.

El problema de fondo no radica en el mundo paralelo de quien gobierna a punta de redes sociales, resentimientos acumulados y teorías sacadas del Foro de São Paulo. Más bien, el foco se centra en aquellos que lo sostienen, justifican e idolatran por encima de la incertidumbre y el sufrimiento de la mayoría de los colombianos. El fanatismo más peligroso es el que se disfraza de reformista.

Las colectividades progresistas han logrado que la incompetencia sea un arte. Mientras, la población padece la inseguridad desbordada, los hospitales colapsan por falta de recursos, la fuerza pública es carne de cañón y los desplazados mueren de hambre o a punta de tiros; ellos se dedican a lavarse las manos y a mirar para lo que han nacido. Es decir, para quitar importancia al daño causado.

Esta tripulación se parece más a un cartel que a un equipo de gobierno. ¿Cómo llegaron al poder? La alianza de La Picota, los millonarios recaudos de Nicolás y las confesiones de Benedetti son pruebas fácticas inexploradas, hasta el momento, por la rama judicial. Pasan por el tamiz de la impunidad total entre bastidores, verborrea y mutismo

A las primeras de cambio, la hija del despiadado guerrillero Pizarro enarbola el fuero de la respetabilidad y el libretista de la mafia se queja de ‘fuego amigo´. Ambos cortados por el mismo patrón del cinismo y la indecencia. Pasan de agache en presencia del álbum de fichas judiciales e imputados por corrupción; por ejemplo, el artificioso ‘Quintero-Pinturita’, la solapada Sarabia, el prófugo ex M-19 Carlos Ramón González, el exministro Ricardo Bonilla; Juan Fernando Petro Urrego, hermano del jefe supremo; y una lista interminable de corrompidos.

¿Dónde quedó la indignación de la izquierda? y ¿dónde está el espíritu combativo? Hoy hacen parte de la expresión “ciegos, sordos y mudos”, con tal de defender privilegios y a Petro, el pueblo les importa un bledo. Según, esa lógica difusa, si el ladrón tiene el tinte de progresista, roba por una buena causa. ¡Qué conveniente justificar lo ilícito!

Siempre salen con la excusa del bucle conspirativo. Es culpa del establecimiento, los “ricos blanquitos”, los partidos políticos tradicionales y el fingido golpe de Estado. Nunca de quien pontifica y no gobierna, divaga y no ejecuta. Tampoco, es responsabilidad del mencionado individuo que vive en una nube química sin poder tomar decisiones racionales.

Quienes imponen silencio en relación con esta innegable realidad de una naturaleza muerta en que han convertido a Colombia, son militantes en la deshonra. La izquierda que prefiere hundirse en el pantano de la complacencia antes de aceptar su propio desastre nunca dirá: “nos equivocamos”. Dado que la fe ciega es más adictiva que cualquier sustancia. Pregúntenle a Armando. Él sí sabe de eso.

Pie de página – Enfoque crítico. El delirante que habita la Casa de Nariño actúa en contra del bienestar del país. Entonces, Colombia contra la infamia.