16 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Venezuela- USA

Por Rodrigo Pareja 

No se necesitó oficializar la elección de Joe Biden como el nuevo presidente de los Estados Unidos, para que a esta imponente nación alguien la rebajara para comenzar a emular, en todo lo malo, a la desgraciada Venezuela. 

Donald “Maduro” Trump se encargó de imitar — y de qué manera – al demonio que rige en Caracas, superándolo con creces en todas las mentiras, intrigas, vergajadas y bellaquerías que acostumbra para apoderarse y usurpar el poder. 

El peliteñido y decadente presidente gringo, ya de salida luego de su cuestionado mandato, no tuvo reparo alguno en acudir a las más estrafalarias maniobras, judiciales y electorales, en un intento por detener el inatajable triunfo de su contendor, quien no solo le dio un baño en votos sino en civismo, decencia y sensatez. 

El ahora émulo del temido Maduro, quien con sus recientes actuaciones dejó a aquel como un mero aprendiz, no tuvo inconveniente alguno en descender del honroso cargo que detentaba, para recuperar su perfil de truhán en el sentido estricto de la palabra.  

En las últimas horas, apremiado por la apabullante derrota, dejó de ser el estadista (¡) e interlocutor de respetables personajes en el ámbito mundial, el referente importante en cuestiones de trascendencia y el encargado de tirar línea en asuntos de envergadura mundial, a encarnar de nuevo al sujeto ese poseedor de todos los vicios y marrullerías. 

Regresó al escenario el tahúr, el evasor, el mentiroso, el acosador, el adúltero, el putañero, el hombre sin escrúpulos, dispuesto a todo y contra todo, con tal de sacar adelante sus egoístas intereses, sin parar mientes en la dignidad, no tanto de su empleo, sino del respetable pueblo que desde allí representaba. 

Donald “Maduro” Trump podrá regresar a sus andanzas nada edificantes, eso sí, con la certeza de que lo que lleva en su equipaje no han de ser los títulos que lo consagren ante sus conciudadanos y ante el mundo como un gobernante digno de imitar, sino todo lo contrario. 

Culpable, además, y por ende abrumado con semejante cargo de conciencia, de haber contribuido a la pena que albergan miles de vergonzantes uribistas, allá y aquí, sumidos ahora en el dolor ante la inevitable pérdida que esa derrota también les acarreará a ellos en el futuro.