18 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

¿Vencedores o vencidos? ¿Víctimas o victimarios con toga?

Dario Ruiz

Por Darío Ruiz Gómez 

Repito un tema tratado antes pero que en el país del olvido inducido es necesario repetir: el film de Stanley Kramer “¿Vencedores o vencidos?”. 

Un análisis crítico a través de cuyos protagonistas, jueces de la democracia y asesinos nazis se va poniendo al descubierto lo que supuso esa horrenda maquinaria de muerte que condujo al Holocausto, que nos deja abrumadoramente la evidencia de que el punto de vista de la justicia democrática es el único que nos permitirá en el tiempo juzgar a un tirano más desalmado que Hitler, Stalin o las maquinarias del totalitarismo donde del jurista cómplice alemán se pasa al juez “revolucionario” como en Cuba o Venezuela o en Colombia.  

En el Tribunal de Nuremberg se juzgó –recuerda Eduardo Torres Dulce- “no sólo a políticos, militares o civiles que hubiesen planeado o ejecutado o cooperado a sembrar el terror durante la vigencia del régimen nacionalsocialista presidido por Adolf Hitler. 

En ese banquillo del deshonor y de la crueldad humana se sentó a la excelencia de los juristas alemanes. Aquellos que eran depositarios del Derecho y de la Justicia, los que deberían haber asegurado la imparcialidad de los tribunales, la defensa de los derechos fundamentales, de aseguramiento de los derechos de todos, de las víctimas de los delitos y de los presuntos delincuentes”. Y desde esta perspectiva que es moral debe nacer el juicio a quienes por comodidad prefirieron ignorar en Colombia lo que sucedía, haciéndose cómplices de esta tragedia, porque en vez de servir a la verdad se limitaron a “aplicar las leyes”.  Permitiendo que la justicia perdiera su independencia, despojándola de toda responsabilidad moral, de los dilemas éticos que un crimen colectivo plantea. 

¿En dónde estuvo la justicia colombiana, la Corte Suprema de Justicia, la Corte Constitucional, los jueces mientras las FARC asesinaba –lo reconocieron- a 200.000 colombianos(as)?, ¿Secuestraban a 32.00 colombianos(as), reclutaban a 14.000 niños y niñas recurriendo a la infamia del fusilamiento, de las torturas? Lo que el tribunal de Nuremberg condenó, tal como lo recuerda Torres Dulce, es la complicidad de jueces y magistrados, su atroz negligencia ante el sufrimiento de una sociedad en la cual, caso de Colombia se han limitado a “aplicar las leyes” a ignorar que en cada caso está de por medio un ser humano portador de valores.  

Si no existió una explícita voluntad para condenar esa crueldad, esas torturas causadas por las Farc, continuaremos viendo el indecente espectáculo de que, bajo claros objetivos políticos, se esté dejando en libertad a infinidad de malhechores con cargos comprobados de terrorismo, de que cada semana se siga asesinando impunemente a tres o cuatro policías o soldados.  

Si no se ha reconocido y escuchado a las verdaderas víctimas, casi siempre reemplazadas por actores previamente preparados para repetir los mismos clichés “ambientalistas” y el odio a las Fuerzas Armadas; ¿Quién entonces puede conceder el perdón a los violentos y bajo qué normas morales?  

La Iglesia Católica colombiana ha eludido esta respuesta. “El vacío de conciencia, el olvido y la voluntad de olvidar como golpe final propinado a las víctimas, a las que se culpa de los crímenes que se cometieron contra ellas; he aquí –recuerda Zygmunt  Bauman, el acto demoníaco de eliminación de la memoria y la sensibilidad humanas”. 

Este problema moral y ético no puede convertirse en comentario de superficiales columnas periodísticas que banalizan el perdón, pues lo que nunca podremos olvidar es la catástrofe moral que para nuestra sociedad ha supuesto esta ofensa a la humanidad mientras, no haya reparación para las víctimas ni nuestra llamada justicia sea capaz de comprender lo que un delito moral de tales dimensiones supone históricamente.  

Lo primero que hizo la izquierda oportunista fue liquidar la presencia del intelectual crítico y reemplazarlo por un(a) cómplice de sus fechorías. 

Pero las víctimas finalmente vencerán.