24 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Usemos el discernimiento para fortalecer nuestra democracia

 

Por Claudia Posada (foto)

Sabiamente, Ricardo Ernesto Torres Castro, columnista del periódico El Mundo, al hablar de educar para la democracia, en uno de sus interesantes artículos de opinión, siempre desde su mirada humanista – tomasina, dice que es: “…La forma como hacemos una cultura ciudadana, como enseñamos a convivir a partir de nuestras diferencias. De este ideal nacen las verdaderas políticas de inclusión, de rescate de las culturas, de empoderamiento de la mujer como promotora del ideal de una democracia posible y de hacer de la educación el lugar común para desarrollar la ciudad”.

Y es que, mientras en otras latitudes los ciudadanos asumen su rol, con una participación determinante en las decisiones que los afectan o benefician como habitantes de un territorio que les es común, en nuestro medio nos seguimos quejando de la actividad política como el quehacer perverso de unos cuantos “vivos” que ganan dinerales y privilegios por pertenecer a las esferas de poder en las que legislan a su antojo; pero de ahí no pasamos.

No conocemos los derechos que nos asisten a la luz de la Constitución colombiana, no indagamos sobre los deberes de quienes ostentan curules gracias al voto ciudadano, y no nos “inmiscuimos” en temas que comprometen a gobernantes y gobernados porque “qué pereza hablar de política”. Y es que ni siquiera tenemos conciencia de los alcances y efectos de la labor legislativa, de lo que debería hacer un concejal por la ciudad y sus habitantes en el marco del control político que le atañe, y lo que podrían hacer los diputados de las Asambleas departamentales para evitar que un mandatario, por ejemplo, se salte la normatividad para ser complaciente con sus “mejores amigos” otorgándoles jugosos e irregulares contratos.

En “Educar con ideas y sin Ideologías”, dice Torres Castro “Una ideologización de la democracia cierra el paso a la capacidad de disentir y de discernir. La ideologización nos lleva a la polarización. ¿Cuál es entonces la solución? Ya lo hemos dicho, una educación que no solo sea integral sino integradora. Una educación capaz de hacer del disenso y del discernimiento su estructura central, que los focos sean el pensar, el convivir y el comunicar”. Cierto, si nos enseñaran a interpretar racionalmente el entorno y la realidad, sin limitarnos a creer irracionalmente, inclusive en lo que se aleja de nuestros propios principios y valores, seguramente empezaríamos a comprender el por qué deberíamos exigirle al gobierno, representado en todos aquellos que deciden al interior de los organismos que lo conforman, una  Educación como la plantea Ricardo Ernesto Torres: “Que su base epistemológica este centrada en la verdad, como sujeto de la pertinencia, en la justicia como instrumento de equidad y en la belleza como motor de la verdad y la justicia”.

Mientras pensemos que como ciudadanos tendremos que seguir sometidos a lo que decidan otros por nosotros, y aceptemos una Educación igual a la de hace 50 años, cuando repetíamos las tablas de multiplicar de memoria para poder pasar al año escolar siguiente; y aunque ya existan a la mano medios tecnológicos que acumulan en su memoria cualquier dato e información que necesitemos, sin el esfuerzo de razonar,  estaremos condenados a que se nos manipule con posturas que no somos capaces de interpretar; es decir, el sistema educativo nuestro está obsoleto. No da espacio al discernimiento, no contempla el raciocinio de las ideas, no enseña el verdadero sentido de lo que es tolerancia.

Con razón se dice reiteradamente: “Nuestra democracia no es perfecta, pero es una democracia”. Podemos concluir entonces, que una de esas imperfecciones es: siendo esencialmente iguales – gracias a nuestra capacidad de discernimiento- no usamos esa ventaja inconmensurable que nos diferencia de los animales.