
- Entrevista con Jorge Valencia Jaramillo
Por Oscar DomÃnguez G.Â
Mañana jueves 10 de abril el poeta Jorge Valencia Jaramillo se recibirá como individuo correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua. Disertará sobre el tema «Los libros y mi vida». A nombre de la corporación responderá el director Eduardo Durán Gómez. Hace muchos atardeceres le hice la siguiente entrevista:
ODG: ¿Por qué se rÃe usted cuando le dicen poeta?
JVJ: En realidad, es como un gesto de agradecimiento, una manera de expresar con espontaneidad lo que siento. Para mà ese tÃtulo es muy importante, valiosÃsimo. Representa, sin duda, un gran honor, uno de los más grandes de mi vida… Esa sonrisa denota también satisfacción.
ODG: ¿Los poetas para qué?
JVJ: Creo que expresan algo muy importante en la historia de la humanidad. Los poetas, por una sensibilidad especial -no quiero con esto autocalificarme como ser extraordinario- los poetas pueden ser anormales, digamos asÃ, y esa anormalidad que se refleja en una extrema sensibilidad, los lleva a sentir y, cuando es posible, a expresar no solo los sentimientos personales respecto de su propia vivencia en la vida, sino también en el caso de muchos, a situaciones colectivas que son parte de la propia sociedad y que por lo mismo, debido a esa extrema sensibilidad, presentan facetas, ángulos, visiones que el común de la gente, digamos la gente normal, muchas veces no siente o no ve.
ODG: ¿Usted considera que en los distintos oficios que le ha tocado desempeñar en la vida, en algún momento se le sale el poeta que hay en usted?
JVJ: Yo creo que siempre. Como anotaba, el hecho de vivir con esa sensibilidad a flor de piel hace que uno de una manera absolutamente inconsciente reaccione ante todos los hechos de la vida también de una forma muy sensible, y eso entonces podrÃa reflejarse en todas esas acciones que uno tiene.
ODG: ¿Esa sensibilidad que es como la materia prima de la poesÃa, usted la hereda o la hurta?
JVJ: Yo dirÃa que en buena parte es heredada de mis padres. Mis padres eran muy amantes de la lectura, del teatro y nos encauzaron por esos caminos desde la primera niñez. Entonces, yo nacÃ, digamos asÃ, cercano a esas expresiones y por eso también desde muy joven era un lector fuerte de toda clase de libros y dentro de ellos también me gustaba mucho la poesÃa. Cosa que podrÃamos llamar también anormal porque cuando se es tan joven, normalmente poco es lector de poesÃa porque la poesÃa exige un esfuerzo mayor al lector del que exige la lectura de un texto de narrativa normal. En la poesÃa hay que hacer más abstracción, hay que comprender más el sentido muchas veces muy sutil del poeta, hay que tener más la capacidad de una persona un poco mayor para comprender metáforas, figuras no muy claras pero que tienen un gran sentido en el verso, etc… Entonces yo desde muy joven intentaba ser eso, pienso que básicamente inducido por mis padres.
ODG: Usted ha mencionado en dos oportunidades la palabra anormal o anormalidad: ¿No hay una cierta «anormalidad» en esa simbiosis que se ha formado en usted, doctor Valencia, entre el polÃtico y el poeta?
JVJ: (Risas) Para decirle la verdad, con toda sinceridad, yo pienso que yo nunca he sido polÃtico. Se preguntará, ¿pero eso por qué? ¿Cómo ha estado tanto tiempo en la vida pública? Y yo mismo me pregunto por qué. Y con esto no quiero como despistar al lector y decirle una cosa que lo va a llevar a pensar algo distinto de lo que es la verdad, pero pienso que ingresé a la vida pública por accidente. La verdad, durante mis años de estudiante, tanto en el bachillerato como en la universidad, nunca pertenecà a ningún grupo o movimiento polÃtico, nunca, nunca participé en mÃtines o en manifestaciones estudiantiles. Siempre fui un hombre muy solitario, muy retraido y tenÃa muy pocos amigos. Fui llevado a la vida pública porque aunque en el bachillerato yo no era tan buen estudiante, en la universidad prácticamente fui el mejor durante toda mi carrera y eso significó que tuve ofrecimientos muy generosos para trabajar y algunos de mis jefes participaban más activamente en la vida pública. Digamos que ellos me indujeron a que tuviera alguna participación en la vida pública y por ahà entré en el camino proceloso, como lo es, muy terrible, el de la vida pública.
ODG: ¿A usted en el fondo entonces le gustarÃa que lo recuerden por sus poemas asà su corazón haya sido derrotado en varias batallas?
JVJ: Para mà lo más importante en la vida serÃa ser recordado como poeta. No sé, las cosas que uno ha hecho tienen un valor personal, o para su familia, que uno no puede desconocer de un plumazo y decir nada de eso tiene realmente valor. Pero en el fondo de mi alma lo que pienso es que serÃa más importante después de muerto el que como he dicho, alguien en una noche de tristeza lea los versos, ahora o muchos años después, y sienta que alguien como él pudo también sentir un dolor, una tristeza, un abandono, una angustia, sobre cualquiera de los hechos que para mà han sido fundamentales en la vida como son el amor, el olvido y la muerte.
ODG: Digamos que su «modus vivendi» sea el economista que hay en usted. ¿Sà es árida esa profesión o el economista también tiene alma?
JVJ: Yo creo que el economista tiene mucho de alma porque el economista, sobre todo el economista macro, debe pensar de manera permanente en la sociedad, o sea en los hombres, en quienes conforman esa sociedad, en todos los seres humanos. Entonces eso lo obliga a tener una conciencia permanente de lo que son sus compañeros, amigos, compatriotas, congéneres. Desde ese punto de vista la economÃa no es tan árida, no es tan frÃa como aparenta ser. Existen otras profesiones que puede decirse que tienen un carácter más humanÃstico que en cierta forma por su obligación curricular habrÃa que leer muchos más textos de humanidades que son los que le dan una visión a uno más de conjunto de toda la sociedad.
Pero pienso que un economista también tiene mucho que ver, como ya lo anoté, con esa sociedad y por lo tanto también debe ser un gran lector de todo lo que llamamos las disciplinas de humanidades.
ODG: Tal vez eso es lo que no se da en la universidad, que los abstraen de las humanidades y únicamente los meten en unos temas que los profanos llamamos áridos.
JVJ: Eso con frecuencia se da y eso es un error, no solo en el caso de las economÃas sino en el caso de todas las profesiones. Uno no puede imaginar a profesionales unidimensionales que solo tienen una sola pista, una sola dirección en su vida porque la realidad de la sociedad es totalmente otra. Asà no es la vida. Luego se comete un gravÃsimo error al educar con una sola dirección como si el viento soplara siempre hacia el norte o hacia el sur, cuando sabemos que el viento cambia y sopla en todas las direcciones, hoy por acá mañana por allá, o por la mañana asÃ, por la tarde de otra forma. Sabiendo que asà es como se mueven las corrientes de la vida y de los seres humanos lo lógico es que el profesional y cualquier ser humano reciba una capacitación que le permita interpretar o entender o al menos hacer un esfuerzo para entender las razones que motivan esos distintos movimientos.
ODG: ¿Lo calumnio si digo que más que un no polÃtico, usted ha sido mal polÃtico?
JVJ: No, yo pienso que no he sido polÃtico. La verdad es que la mayorÃa de las actuaciones que he tenido en la vida ha sido como por invitación expresa que se me ha hecho para que participe en algunas de esas actividades o en algunas de esas acciones de carácter polÃtico, en esos movimientos, o en los partidos. Yo lo he hecho siempre de buena fe, creyendo poder aportar algo a esas acciones o a esos movimientos. Ojalá que asà haya sido, pero repito, en realidad que yo no tengo alma de polÃtico, lo tengo que aceptar porque ya a estas alturas de mi vida no puedo estar pensando que voy a aprender a hacer polÃtica y que si es que me he equivocado en el pasado ahora tengo la manera de corregir esos errores para ser un gran polÃtico en el futuro. No. No tengo alma, no me interesó, no me interesa, no pienso que voy a ser un gran polÃtico el dÃa de mañana, no es mi futuro, no es mi norte. No.
ODG: ¿Pero cómo entenderÃa usted una polÃtica adecuadamente desarrollada, doctor Valencia?
JVJ: Pienso que el hombre debe tener sus habilidades o facultades y las debe desarrollar, y unos sirven para una cosa y otros para otra. Para la polÃtica, no solo tiene que tener una concepción del Estado, permanente, sino que uno tiene que tener también el cuero muy duro, porque la polÃtica normalmente se hace entre tiburones, pescados con la piel más suave no resisten esas batallas. Yo, realmente, pienso que soy de otros mares, digamos asÃ, son otras mis vivencias y mis sentimientos y por eso es que no tengo interés en ese sentido.
ODG: Para decirlo con una vieja canción que usted seguramente habrá oÃdo en sus bohemias, ¿para qué los libros?
JVJ: Yo creo que los libros son realmente el medio, el instrumento más importante que ha creado el hombre en toda su historia para transmitir el conocimiento, para transmitir la ciencia, para transmitir la historia, la cultura. En fin, para mà no hay nada igual en su capacidad difusora, en su capacidad redentora, si asà lo podemos llamar, igual a los libros.
ODG: ¿Qué harÃa sin los libros?
JVJ: Yo pienso que morirme, no veo salida, morirme.
ODG: Alguien decÃa que era más fácil quitarle a Jorge Valencia la novia que los libros. ¿Esto es rigurosamente cierto?
JVJ: (risas). Yo creo que sÃ. Es rigurosamente cierto. Como dije antes, desde niño me fui apegando tanto a los libros que yo tengo ya un amor, un afecto, una pasión tan grande por los libros que no sólo los leo sino que tengo que vivir como entre los libros, tengo que vivir entre ellos. Si el recinto está desnudo y vacÃo, sin libros, asà yo tenga uno en la mano, me parece que ese no es mi hábitat, que ahà no es donde debo existir. Y por eso siempre donde estoy me rodeo de libros para poder consultar alguno. Por ejemplo, quiero mucho los diccionarios, alguna enciclopedia, el diccionario de la Academia me
encanta mirarlo. Un diccionario Larousse, a color, me parece bellÃsimo, el ver tantas cosas que están allà escondidas y que uno nunca acabará de descubrir ni de leer. Y aparte de eso los libros que uno ha querido siempre, los nuevos, aquellos viejos que uno ha querido, de repente volver a sacarlos y volver a leer un pedazo, o todo, y volver a maravillarse de lo que allà se contaba, de la manera como se contaba, sobre todo en la manera como se contaba que es tan importante…
ODG: ¿Y no es una infidelidad imperdonable con los libros, que como miembro del Consejo Nacional de Televisión haya tratado de promover la televisión que es de pronto el enemigo público número uno de los libros?
JVJ: Esa es una pregunta muy buena. Yo creo que la televisión es sin duda uno de los inventos más grandes de la humanidad y que la televisión cumple un papel importantÃsimo absolutamente innegable hoy dÃa. La televisión cumple un papel ya imposible de cambiar en lo que tiene que ver con la distracción, el descanso, el entretenimiento de la gente. Creo que en eso está la mayor parte del tiempo de la televisión. La televisión también cumple un papel en un porcentaje menor, porque asà se dan las cosas, en lo que tiene que ver con la información, creo que en eso también es muy importante la televisión, pero los seres humanos, las personas, los padres de manera especial, los maestros, tienen que tener claro y aprender que debe haber un tiempo para la televisión y un tiempo para los libros y dentro de los libros un tiempo para la lectura espontánea y libre.
Libro viene de libertad, tienen la misma raÃz latina libro y libre, y debe haber un tiempo también para el estudio. O sea, que uno tiene que tener claro que uno se informa o se distrae con la televisión pero que realmente uno aprende, se educa, definitivamente es con los libros.
ODG: ¿Y cuál su «modus leyendi»?
JVJ: Yo dirÃa que no es que tenga un método
especial. En primer lugar, yo trato de aprovechar todas las horas disponibles para la lectura, leo periódicos, revistas y libros. Y de los libros leo ensayos, o leo poesÃa, o leo novela, leo de todo. De todo de acuerdo un poco con el ánimo, lo que esté sintiendo en un momento dado, o el entusiasmo que tenga con un libro determinado. Contra lo que se podrÃa pensar, trato de aprovechar mucho el tiempo disponible, por ejemplo, en las noches o los fines de semana, eso lo hago casi de manera sistemática. Mucha gente los fines de semana organiza muchas reuniones, o viajes, o paseos, etc. Yo realmente hago pocos viajes de fin de semana o paseo, por el contrario soy muy renuente a organizarlas o aceptar esas invitaciones porque creo, y puede ser un error de mi parte y lo admito, pero creo que la mayor parte de las veces pierdo el tiempo. Entonces me da una especie como de angustia existencial y prefiero quedarme en la casa leyendo. Y cuando estoy el sábado o el domingo y llevo varias horas en la casa leyendo, en la biblioteca, es muy interesante que al final voy sintiendo como una tranquilidad, una especie de paz que no siento cuando estoy en un viaje o en un paseo, no la siento.
Cuando estoy en los viajes, más bien con frecuencia me pongo triste, es una cosa un poco rara, y cuando estoy en el exterior contra todos los pronósticos, porque en el exterior es donde uno contrasta otras culturas, ve civilizaciones distintas, ve gente diferente, modas diferentes, ciudades diferentes, etc., pero a los pocos dÃas de estar en el exterior siempre me vuelvo nostálgico y por eso, lo tengo que confesar, nunca he querido aceptar ser embajador en ningún paÃs, a pesar de que me han ofrecido tantas embajadas, que no quiero decirlo por vanidad. A un presidente que me insistió mucho le dije una frase: «Espero que piense esta frase que le voy a decir y usted va a decir que es una frase muy extraña. Yo nunca he querido ser embajador en otro paÃs porque allá pensaré que el cielo no es igual de azul».
ODG: A propósito de los libros, rememoro su frase «leer para que no piensen por nosotros». ¿Por qué no me desmenuza un poco este criterio?
JVJ: Yo digo que la lectura obliga a un acto de reflexión permanente. En el caso de la radio y de la televisión normalmente por la velocidad del mensaje, en el caso de la televisión porque todo está hecho, el diálogo, el movimiento, el color, todo… la mente de las personas, el cerebro va siguiendo lo que los otros han hecho sin que tenga mucha capacidad para pensar por mà mismo, por cuenta propia. En cambio en el libro el autor auncuando trate de ser muy descriptivo con lo que dice, realmente casi que obliga al lector a imaginarse si la mujer era muy linda, cómo eran los ojos, su cabello, su manera de andar o su cuerpo, si el paisaje era lindo, si la ciudad era muy gris… En fin, todo eso obliga a que uno como lector aporte mucho y empiece a pensar qué es lo que le está diciendo el escritor. Y el libro tiene la inmensa virtud de que como uno para donde quiera, se lee una frase y ahà se detiene y dice qué fue lo que dijo este, eso no me parece que sea cierto, o sà me parece, o muy interesante, o eso no es verdad… En cambio, con los otros medios, básicamente televisión y radio, como siguen, ellos no paran con uno, realmente uno no puede hacer esa clase de ejercicio. Entonces por eso me parece a mà tan importante la lectura y por eso digo que el libro tiene la virtud de que no todo está pensado ya por otros sino que uno aporta mucho en su reflexión y en su lectura lo que lo enriquece y le permite aprender sinceramente mucho más.
ODG: A usted que se mostró defensor de la lectura de la lentitud en contra de la lectura light, no lo imagino ni de veniales, recibiendo un cursillo de lectura para leerse la Biblia en tres segundos, para exagerar.
JVJ: La verdad, ese me parece el error más tremendo que pueda existir. Eso no se debe hacer, esa la manera más equivocada que puede haber. Digo que uno debe leer mientras más despacio mejor, no importa que no lea tantos libros, no importa, uno mientras más despacio lea mucho mejor porque entonces hará durante esa travesÃa un examen cada vez más riguroso de lo que está leyendo.
Entonces, en esa disección que va haciendo de la lectura, primero, entiende mucho mejor lo que está leyendo, y segundo, tendrá capacidad para almacenar en su memoria por más tiempo lo que ha leÃdo porque la memoria va asimilando las cosas pero, naturalmente, muchas de ellas finalmente se olvidan. Entonces uno solo logra mantener en la memoria aquellas cosas que va asimilando de una manera muy lenta, que las repite, que profundiza en ellas, si uno pasa a gran velocidad en esta lectura transversal y de no sé qué manera y que ve la palabra de aquà y la del centro y la del final y que sabe que hay una idea que tiene más o menos que ver con el color amarillo o con la sangre o con cualquier cosa. Realmente, son pequeños saltos de canguro que se dan sobre las cosas y después nada queda.
ODG: ¿Hacia dónde vamos en un mundo en que un acontecimiento es rebasado en el mismo dÃa por otros?
JVJ: Yo creo que ese es un punto de reflexión muy importante en este momento. Creo que mucha información en general siempre ha sido buena, es decir, mientras hay más información se supone que hay más conocimiento y al haber más conocimiento se supone que las decisiones que se toman serán más acertadas o más apropiadas. Lo que pasa es que con la explosión misma de la información, con las autopistas de la información, con el uso del internet vamos a tener que encontrar maneras de control, de dosificación porque si no podemos desembocar en una especie de caos total universal, pues estamos un poco como dirigiéndonos hacia allá y naturalmente eso serÃa gravÃsimo para el funcionamiento de la vida en sociedad. Lo creo aunque la mayorÃa de la sociedad no tiene conciencia de esto, porque no lo está viviendo esa mayorÃa de la sociedad, lo están empezando a vivir unas muy pocas minorÃas pero es evidente que tenemos que abrir nuestras mentes, elevar las antenas y empezar a preguntarnos qué es lo que está sucediendo con esos avances tecnológicos y cómo podemos realmente encauzarlos para el bien y no para la dispersión en la pérdida de control y, repito, prácticamente el caos de la sociedad y del mundo entero.

Pie de Foto: El poeta Jorge Valencia Jaramillo, señora y familia.
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