24 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Una historia desnuda

Por Carlos Alberto Ospina M.

El primer contacto impersonal consistió en una mirada gélida a manera de mecanismo de defensa. Una amiga, sumergida en el devaneo y el buen afecto, puso encima de mi pecho el mensaje de un pasado tormentoso.

“¡Sé que no quieres nada! Hoy, he descargado todo mi dolor y mi ira, ¡y tú!, lo sabes. Te quedas callado, me miras ausente y vuelves a mirar sin parpadear, distante. Eres pasajero e incorregible. ¿Qué puedo hacer?”

No pude protegerme del amargo recuerdo que enfrío las sábanas. El auténtico impulso de aquella mujer, a grito herido, rompió el espejo contra el piso a causa del dolor agudo que dejó el pretérito reciente.

Destemplanza, no; fastidio, imposible; quizá, pasar en silencio. Su vehemencia no lesionaba ni pretendía ofender y menos, representaba desequilibrio psíquico. A la vista de ella y con tan solo el abrigo de mi piel irremediablemente permanecía vencido.

La boca escarlata de tantos besos estrujados y dispersos, de repente, perdió el esplendor. Rasgó el tejido de sus escasas prendas íntimas para sacar un pedazo del corazón, lo más preciso, respecto de sí misma.

“Hoy, hace un año, un maldito asesinó a mi hermana. Él anda libre y presumiendo: logró burlarse de todos y de las autoridades. ¡Justicia de mierda, la de este país!”

Liana, conoció al presunto homicida en la feria de Manizales de 2018. El hombre, 17 años mayor, aseguró ser dueño de varias minas en el departamento de Antioquia. En la actualidad se mueve entre Caucasia y el barrio Laureles de Medellín.

“Una se equivoca, porque le da la gana”. Sin esperar contestación a la frase suelta procedió a inventar una corta pausa, a un tiempo liberó la presión que hacían sus nalgas encaramas en mis muslos y en seguida, caminó bamboleando la larga cabellera.

“Mira cómo era de bonita mi hermana Liana. No he querido desprenderme de esta foto”. Avanzó hacia mí, extendiendo su mano temblorosa y poniéndose de rodillas a la vera del desguarnecido tronco.

“Ese 9 de enero de 2018, yo le dije a ella: ‘No me gusta el aspecto de ese señor. Me parece ordinario y fafarachero. Hermanita, vámonos’. No me hizo caso”.

Tampoco sirvió la advertencia. Esa noche intercambiaron números telefónicos y el ‘lobo sin pelo’ comenzó el acecho vestido de galante caballero.

La joven de 35 años de edad, arquitecta y soltera estuvo consciente de su error y en particular, del peligro que corría por la desmedida ambición.

“Muñeca, le acabo de comprar un penthouse de 380 metros acá en Medellín. Quiero que se venga ya a vivir conmigo”. Más que un detalle amoroso, el hombre dio una orden tajante a la interesada muchacha. De forma simultánea marcaron de la portería.

“Señorita, Liana, dos señores preguntan por usted. ¿Autoriza su ingreso?”

En aquel instante, ella, perdió la oportunidad de volver la hoja. No valieron las súplicas ni los consejos de sus familiares. Liana, se marchó sin equipaje y un año después regresó desarropa sin aliento.

“Yo trabajaba en Pereira y solicité traslado a Medellín para estar cerca de mi hermana. Solo podíamos hablar por teléfono, porque el tipo no la deja salir del apartamento. Le insistí que se viniera a vivir conmigo”.

Distintas fuentes confirmaron que, el ‘lobo sin pelo’, comanda un grupo delincuencial dedicado a la explotación ilegal de oro en diferentes zonas del Bajo Cauca antioqueño. Al parecer, es el único dato seguro del probable forajido. De allí, supuestamente extrajo el insumo para envenenar con cianuro a la hermana de mi oculta amiga.

“Me levanté con un genio de mil demonios. Todo me irritaba hasta el punto que le dije a mi jefe: ‘o me manda para la casa o me amarra. No me aguantó ni yo misma’ El sonrío y comentó: ‘Váyase que el miércoles comienza la cuaresma. Hasta mañana’. Cogí el bolso y a la salida regalé la coca del almuerzo a una compañera”.

Una señal, no identificada, la impulsó a llamar a su hermana de madre. El presagio se convirtió en angustia e impotencia. Para resguardarse del áspero recuerdo se abalanzó sobre mí. Las lágrimas desbordadas fueron la tinta indeleble con que tatuó mi alma. En aquel lugar, me hallaba infecundo debajo y arriba de ella.

‘Hermanita, venga, venga… estoy muy mal… por favor, ayúdeme’. “Periodista, ¡maldita sea! No puede hacer nada. Ese demonio no contestaba el teléfono y para colmo de males, la puerta del apartamento era blindada. Cuando logramos abrirla, mi hermana estaba tirada en el suelo con la cara y los labios azules, y había vómito por toda sala… Dios mío, murió con esta foto agarrada a su mano derecha… Ella pedía ayuda”.

Enfoque crítico – pie de página. Según mi reservada amiga, el dictamen de medicina legal hipotéticamente fue alterado y algunas pruebas salieron de la cadena de custodia. El ‘lobo sin pelo’, ladrón de oro, continuará sin castigo. Por mi parte, sigo pasmado y revolcado.