Ese viejo mundo en el que la democracia era tan frágil es también el mundo que estamos viviendo
Por Ricardo Silva Romero
El País de Madrid
Quién iba a pensarlo. Pero ese viejo mundo plagado de jerarcas, de todas las índoles, dispuestos a todo con tal de conservar el imperio de la arbitrariedad; ese viejo mundo de abusadores, con aires de El cuento de la criada, en el que el fundamentalismo religioso iba coloreando sin piedad los mapas del planeta, en el que se perseguían los derechos reproductivos con la determinación de los dementes y la bandera LGBT no era recibida como una reivindicación, sino como una afrenta; ese viejo mundo, en fin, en el que la democracia era tan frágil, tan dependiente de la bondad de los extraños, es también el mundo que estamos viviendo. Y en la ciudad de Medellín, en el departamento de Antioquia, acaban de suceder un par de fábulas ejemplares que lo prueban. Y la moraleja es –de una vez– que la bandera de Colombia debería vivir a media asta.
El jueves 27 de junio de este año, unas horas antes de que empezaran las celebraciones del Día Internacional del Orgullo LGBT, un puñado de machos subió al cerro Nutibara –uno de los cerros tutelares de Medellín– a desmontar y destrozar la bandera de los seis colores. (Lea la crónica).
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