28 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Un día sí y otro también

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Carlos Alberto Ospina

Por Carlos Alberto Ospina M. 

Estamos rodeados de ofertas para dar y tomar la felicidad. Las corrientes de autoayuda, la publicidad, la inteligencia artificial, el populismo, los estereotipos y las redes sociales ponen el bienestar como una meta posible a base de consumir contenidos, transformar paradigmas y optimizar comportamientos. Sí, parece indicar que la satisfacción espiritual y física es afín con quien persevera o está en el lugar correcto.

Este espejismo produce un tipo de frustración, porque en la práctica la vida placentera no responde a un estado intacto ni es una recompensa garantizada. En verdad, es un destello asociado a la urgencia de alinearnos con lo que hemos sido, en vez de pelear con la experiencia que trae cada día. Por ahí no hay obligación de exhibir un trofeo social ni hacer una relación de los honores dado que incorpora una presencia intermitente de reconciliación entre lo que tenemos y queremos, o lo que somos y aceptamos.   

Así Dios te guarde, la madurez emocional no es el centro de atención ni el punto de llegada definitivo a causa de los golpes silenciosos, los vaivenes y las pequeñas revelaciones. Desde entonces acá, no se trata de coleccionar evocaciones, tan solo de aprender sin aderezos ni antifaces. Lo que ocurre fuera no siempre se halla bajo nuestro control; no obstante, contamos con la capacidad de decidir cómo recibirlo, incorporarlo y devolverlo a la humanidad.   

De manera natural permanece un deseo de vivir lejos del vértigo, la intranquilidad, el materialismo, la gente competitiva y la turbiedad de otros. Nada de eso, suena a conformismo, en cierto modo integra una profunda rebeldía contra una sociedad que incita a mostrarnos más productivos, apreciados, visibles, esbeltos y adinerados. De sentido común, es reconocer que el mundo funciona a modo de maquinaria que clasifica en proporción al rendimiento, la apariencia y el estatus. Cualquier acto de resistencia apunta hacia la dignidad particular.    

Por esa razón es inevitable dejar a un lado distintas ilusiones y la ingenuidad de creer que algo podría ser perfecto; y cuestionar que el amor sella las grietas o una mera conquista garantiza la plenitud. Es decir, suma y sigue para cohabitar con la imperfección ajena y la propia.  Al fin y al cabo, se busca una mirada más realista, indulgente y menos afanosa que enseñe a admitir que no todo tiene solución ni se puede alcanzar.

De una parte a otra, nunca encerrarnos en una burbuja porque la serenidad dista mucho de la inercia. Los períodos de lucidez son como los tiempos en que se divide el año. En la estación presente nos vemos en la necesidad de adaptarnos, y en la siguiente, tal vez, ya no existas.