Duque debe poner la agenda, y que no se la pongan sus críticos, y ser proactivo y no reactivo.
Por Mauricio Vargas (foto)
Al presidente Iván Duque le vienen dando como a violín prestado. Lo mismo desde la izquierda –lo que tiene todo el sentido, pues al fin y al cabo se trata de la oposición– que desde la derecha, donde sus malquerientes del uribismo más radical se indignan porque Duque no hace gala del machismo presidencial que a ellos tanto les gusta, ese de amarrarse los pantalones –como les gusta decir–, salirse de casillas y dar manotazos en la mesa, y que haya preferido un mando más moderado y tranquilo.
Pero que en las críticas al Presidente haya esa mezcla de lógico interés político de sus adversarios con la ligereza injusta de algunos de sus supuestos amigos no quiere decir que con Duque todo vaya bien. Hay campos en los que, sin duda, urge que el primer mandatario enmiende la plana si quiere recuperar el impulso que su presidencia parece haber perdido. Y no lo digo solo por las encuestas, en las que el Presidente ya cedió el terreno que había recuperado a inicios de año, sino por ese desconcierto que uno percibe en muchos colombianos que no parecen tener claro para dónde va el Presidente. (Lea la columna).
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