¿Cómo calificar a esas personas que en Colombia, o en cualquier parte del mundo, desatienden las recomendaciones para evitar expandir el virus que nos sacó a todos del confort, la rutina, el trabajo, la rumba, la vida excitante o la placidez de simplemente “estar ahí” siguiendo nuestras propias reglas e impulsos, deseos y nada más? Hay varios calificativos que, mejor, los ponen ustedes. El estado de ansiedad que genera cambiar de la noche a la mañana el estilo de vida cotidiano, para nadie es bueno, aunque hay grados de abatimiento en todas las escalas posibles. Pensamos en nuestra propia situación y de cuando en vez en la de los otros. Tratamos de meternos en los zapatos de estos o aquellos, así que, según nos calce o nos apriete, nos damos por bien servidos, o se nos agudiza la desazón. En todo caso, el mundo está girando a otro ritmo.
Aquí nos preocupan sectores sociales y económicos para los que los presupuestos gubernamentales deberán cambiar destinaciones, hacer empréstitos, acudir a la banca internacional, qué sabemos. Tenemos un presidente Máster en Derecho Internacional Económico, de American University; en Gerencia Pública, de Georgetown University; fue Consultor de la Corporación Andina de Fomento (CAF); Asesor del Ministerio de Hacienda; Consultor de la Presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo; Consejero principal de Colombia en el directorio del BID (2001-2010); Asistente de un panel conformado por Ban Ki-moon; Secretario de la ONU (2011) y Senador de la República (2014-2018). Creemos que no es atrevido decir que sus compañeros en el Congreso difícilmente le lleguen a los tobillos en conocimiento del mundo de la economía; Iván Duque, socialmente sensible, políticamente enredado, e internacionalmente fogueado en materia de asuntos financieros, nos genera confianza. Con sus asesores, específicamente en el asunto de la salud pública y particularmente en el virus covid-19, su sensatez y directrices, deberíamos sentirnos esperanzados; con los trabajadores de la salud en todas sus instancias y niveles de acompañamiento deberíamos sentirnos bien asistidos, y con la pandemia, agradecidos por la sacudida que nos obligó a pensar en otro estado de cosas.
Pero volviendo al principio, ¿qué se puede hacer con la gente que ignora recomendaciones, exigencias, deberes y obligaciones? Esto es del resorte de los mandatarios locales; en Medellín hay barrios y sectores en los que todo sigue como si esto fuera un capricho del que hay que hacer las mejores bromas y memes. Corresponde al alcalde, como en cada municipalidad, el control de las estupidez que a todos nos afecta; no es asunto del presidente, a él le dejamos lo macro, y en ese marco nacional han de moverse las autoridades municipales. Sin salirse de ahí, es hora de tomar las medidas recias que son de su competencia.
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