
Por Claudia Posada
Este 22 de marzo, El Tiempo publicó resultados de la reciente encuesta financiada por Semana, trabajo que se llevó a cabo del 18 al 20 de marzo para consultar intención de voto y realizado de manera presencial en hogares a cuyos encuestados les hicieron 15 preguntas. Retomando lo central de los resultados, aquí comparto solamente algunos apartes de la completa información que trae El Tiempo con datos y análisis: “Esta encuesta del Centro Nacional de Consultoría para ‘Semana’, dio a conocer que Vicky Dávila lidera la intención de voto para la Presidencia del 2026 con 13,6 por ciento, le sigue Sergio Fajardo con 13,4 y Gustavo Bolívar alcanza un 10,1 por ciento. (…) Después de estos tres candidatos, aparecen la exalcaldesa de Bogotá Claudia López con 9,5 por ciento; el exvicepresidente Germán Vargas Lleras con 7,9 por ciento; Juan Manuel Galán con 7,6 por ciento; María José Pizarro con 7,4 por ciento; Miguel Uribe, con 6,9 por ciento; Daniel Quintero, con 6,2 por ciento; el voto en blanco, con 2,5 por ciento; por ninguna opción el 11,6 por ciento, y no sabe o no responde, el 3,4 por ciento. Tamaño de muestra: 1.594 encuestas en 43 municipios”.
Para los entusiastas de las encuestas, en la semana próxima seguramente habrá análisis a puerta cerrada, así como otros que se harán públicos; por lo tanto, tendrán material para entrar en razonamientos, los que, generalmente, son poco objetivos y más emocionales o de afectos según se dice: “hablando con el deseo”. En todo caso, aunque por el tiempo que falta para elecciones los datos de las encuestas de ahora pueden estar lejitos de reflejar los que serán finalmente los logros en las urnas, empezarán ya a moverse decisiones según las propias consideraciones de los equipos asesores de los precandidatos y candidatos, pensando en alianzas, en suprimir aspiraciones o incluir nuevos nombres. Por ahora, y mientras se llega el momento de tomar las decisiones que nos llevan democráticamente a las urnas, ocupemos de lo que nos intranquiliza al común de los ciudadanos lejos de aspiraciones propias o de cercanos.
Sigue el cruce de mensajes incendiarios entre gobierno, oposición, y representantes de una y otra facción en discordia, naturalmente más fuertes en la oposición. Gobernadores y alcaldes contrarios a las posturas del mandatario Gustavo Petro aprovecharon la convocatoria de éste al pueblo, y a las clases trabajadoras en particular, invitando a expresar en marchas pacíficas el descontento con posiciones radicales de sectores del Congreso, para echarle sus vainazos en tono destemplado; fueron pocos los que elevaron su voz de no aceptación del día cívico, usando el lenguaje respetuoso que los engrandece. Por su parte el mandatario nacional, como tantas veces, volvió a irse más allá de lo necesario, decretando Día Cívico. Y es el desconocimiento a hechos objetivos por parte de los opositores y de los medios de comunicación (ni hablar de las redes sociales) como es el que las marchas fueron excepcionalmente nutridas, lo que irrita obviamente porque es un juego de poderes muy inconveniente para la tranquilidad de la población colombiana que se sienta tan agobiada frente al desconcierto entre la verdad y mentira. Por ejemplo, los trabajadores tienen derecho a conocer los pormenores de lo que pretende la Reforma Laboral sin tantísimas cortinas de humo.
“Exigiendo” así, con arrogancia, respeto por la independencia de poderes, utilizan un lenguaje impertinente, tan desobligante que hiere la sensibilidad ciudadana pues también la sociedad en la que estamos insertos todos los colombianos demanda el respeto que por nosotros no están teniendo quienes se mueven en las esferas de poder y decisión. Que una congresista de la Comisión Séptima del Senado, poco antes de la sesión para tratar el asunto de la Reforma laboral el mismo día de las marchas, diga en un medio de comunicación -palabras más, palabras menos- “Vamos a archivar la reforma, sí o sí, y de ahí no nos movemos ni un milímetro” ¡es una irresponsable grosería! Es decir, les puede más la altanería que el cumplimiento de los deberes. Una mayoría de Senadores y Representantes a la Cámara perdieron el sentido de la honradez, se burlan de los ciudadanos descaradamente. Está bien que muchos colombianos tenemos claro que en general se aprueban o desaprueban los asuntos en sus manos según conveniencias particulares y casi siempre por la gestión de los lobistas que son oídos con más aprecio que lo demandado por el pueblo, pero es que también perdieron la vergüenza. Si no se modera -cosa al parecer bien difícil- el lenguaje agresivo, irrespetuoso, sarcástico, que se impuso en el medio político para referirse o dirigirse a quienes no comparten sus mismos puntos de vista, mientras a la vez dicen querer el País, lo que están haciendo es agudizar las confrontaciones en las que son las comunidades olvidadas desde años atrás y los sectores discriminados por la arrogancia de los poderosos, las que siguen padeciendo la profundización de las violencias e inequidades. Increíble que el odio que expelen en sus pronunciamientos se lo achaquen a los del otro lado sin oírse a sí mismos. ¡Tanto cinismo duele!
Más historias
Petro quiere incendiar el país
Crónica # 1128 del maestro Gardeazábal: El país vallecaucano
¡Hay que intervenir!