19 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Táctica del avestruz

carlos alberto

Por Carlos Alberto Ospina M. 

La invitación a comprar el producto colombiano debe estar ligada a la calidad y al valor razonable del bien o el servicio requerido. No es lo mismo consumir la oferta de una persona natural o jurídica legalmente constituida que, a las disimuladas organizaciones de lavado de activos, las cuales hoy se hacen llamar “grupos”. Cualquier pelagatos, testaferro o sujeto engreído, de la noche a la mañana, se las da de industrial o empresario de primer nivel. Aplican técnicas de relacionamiento, mantienen constante presencia en las redes sociales, pagan exuberantes sumas de dinero a reconocidas modelos para que sean ‘influencers’ de la marca e invierten en el diseño del manual de imagen corporativa al mejor estilo de las multinacionales. La expresión coloquial compendia el método que ejecutan: “hijos del diablo”. 

Estos individuos han entendido cuál es el lenguaje del presente siglo. Por eso, muchos de ellos realizan prácticas amigables con el medio ambiente, ponen el sello de Cero Huella de Carbono, usan papelería reciclable, no imprimen correos electrónicos, fomentan la cultura de llegar a la empresa en bicicleta, activan estaciones de carga de vehículos eléctricos, sirven café orgánico, abren espacios permeables a la luz natural e instalan paneles solares con el objetivo de vender los excedentes en la bolsa energética. Conocen a cabalidad los beneficios tributarios por concepto de esas mañas y también, la manera de legalizar los billones de pesos fruto del narcotráfico. 

Hasta tanto las autoridades competentes no digan lo contrario, las Cámaras de Comercio, no pueden negar los registros de diferente índole; los municipios, los departamentos y la nación seguirán captando los impuestos engendrados por los zares de las riquezas ilícitas, y algunas compañías verán con estupor la cadena de repartición de sus mercancías a costes irrisorios.  

La mecánica y la logística es simple. Una tropa de suplantadores divide el territorio; llámese distrito, área metropolitana o zona rural. A desiguales horas del día y de la semana, invaden las denominadas tiendas de descuento duro, grandes superficies, licoreras oficiales y bodegas mayoristas. Son tan “respetuosos”, diría hábiles, que nunca sobrepasan los límites estipulados de unidades y cajas para la venta por cliente. Así implementan la táctica de las operaciones fragmentadas que, al final del cuento, se traduce en toneladas de objetos que son inmediatamente distribuidos en el mercado formal e informal a través de fachadas legalmente envenenadas.  

El tufo de corrupción transcurre en la cara de todos y bajo el manto de complicidad de la mayoría de ciudadanos. “De eso tan bueno, no dan tanto”. El mismo detergente líquido que cuesta $4.500 pesos en promedio en un almacén, se consigue en $1.800 en el centro de la ciudad o en el parque de un pueblo determinado. El televisor Led UHD de 55 pulgas lo sitúan en su casa por el módico importe $1.300.000; ¡ah!, obsequian el soporte para empotrarlo en la pared. 

Las huestes de la delincuencia organizada segmentan el mercado; es decir, no se pisa la manguera. Unos son dueños de los artículos de aseo; otros se hacen llamar los señores de los abarrotes; varios saben al dedillo cómo mover los inventarios de telas y pisan duro los contrabandistas de tenis de marca. La explotación ilegal, la venta y la comercialización de oro pertenece a los principales clanes de las drogas y a la guerrillera. Las distintas bandas encontraron en la pandemia una oportunidad de negocio, puesto que cogieron la venta de tapabocas, alcohol y gel antibacterial. En síntesis, tanto viven al corriente del mecanismo de blanqueo que intercambia, a huevo, con el propósito de generar volúmenes de ventas e incalculables utilidades con el mínimo esfuerzo. 

Mientras varias empresas se vieron en la necesidad de subir el costo de los bienes y de los servicios a causa de los infames bloqueos de las carreteras y el aumento desmedido del precio de importación de un container; unas cuantas firmas aprovecharon la crisis de abastecimiento para especular o almacenar los productos, demostrando la falta de sensibilidad con la grave situación económica del país. El virus de la avaricia tiene en cuidados intensivos la seguridad alimentaria de millones de colombianos.  

¡Nada de eso es sano ni moral! Los delincuentes saltando de la dicha e inundando las calles a valía de saldo, y unos cuantos industriales con la brújula rota de la equidad social. 

Enfoque crítico – pie de página. Por la prosperidad de la economía y de todos #yomuevoacolombia a partir de montos justos, la calidad, la rectitud y la generación de empleo estable. 

#yomuevoacolombia con la determinación y el esfuerzo de cerca de 6.000 empresas que compraron las vacunas para inmunizar a sus colaboradores; a pesar de los perjuicios causados por los vándalos, los bloqueos de las vías, la destrucción de sedes bancarias, el alza de las materias primas y el impacto en el consumo; apostaron por el Plan Nacional de Vacunación, el bienestar general y la reactivación de la economía.