16 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Sonrisa de hiena

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Carlos Alberto Ospina

Por Carlos Alberto Ospina M.

‘Cada uno es hijo de sus obras’, por lo tanto, el poder no corrompe simplemente revela la forma de actuar; lo que descubre la capacidad ilimitada de ciertas personas para desnaturalizar, dividir y destruir con tal de aferrarse al mando absoluto. Aunque el trono esté hecho de fango, cadáveres, miseria, titulares rimbombantes e impunidad.

El país ha visto desfilar toda clase de personajes por los pasillos de la Casa de Nariño, el Congreso y el Palacio de Justicia. Sin embargo, hay uno en particular que merece una disección quirúrgica: el mentiroso lleno de disparates. Este espécimen se viste de pueblo y actúa como emperador de una república bananera; a la vez que anda armado de bodegas para esparcir falsas noticias, el uso indebido de los medios de comunicación del Estado y la obediencia de la jauría de intolerantes dispuestos a inmolarse por un contrato o un refrigerio acordado con RTVC.

El empaque predilecto del actual discurso oficial es la táctica cínica de la manipulación, el insulto y el populismo, cuya especialidad no es gobernar ni construir igualdad, tan solo busca echar abajo lo que funciona y fabrica enemigos internos para ocultar su ineptitud.

A pesar de los escasos índices de credibilidad, el inventado ‘salvador’ se exhibe como mártir de la causa o víctima de “intereses oscuros que no lo dejan gobernar”. Cuando las cosas salen mal, porque nacen deficientes, los culpables son los antagonistas invisibles: los empresarios mafiosos, la oposición golpista, los jueces parcializados, los fiscales que no nombró, los ministros traidores, la prensa vendida y hasta el horóscopo.

El ringmaster o el presentador del circo no conoce la autocrítica. Para él es difícil experimentar un acto de moderación de esa índole en virtud de la incompetencia y según el método de proceder junto a animales de su misma especie.

A esta figura ‘mesiánica’ lo siguen sus cómplices y asesores que no sugieren, sino que maquillan enredos; influyentes escatológicos que actúan a manera de mercenarios y congresistas síndicos de varios integrantes de grupos armados organizados. Todos ellos, ríen a modo de hienas hambrientas.

La estrategia consiste en aniquilar a la oposición a punto de adjetivos superlativos dañinos y deshumanizar al contradictor; sembrar dudas acerca de la honorabilidad y tergiversar sus palabras; filtrar fake news y amplificar los embustes por intermedio de fanáticos incondicionales; entre otras calculadas artimañas. Conforme a esa maniobra, el fin último apunta a la percepción y no, a la verdad. Tanto es lo de más como lo de menos que corren simbólicos ríos de sangre en y la democracia se reduce a Likes.

Mientras el hablador viene a bañarse en agua rosada, imagina una salva de aplausos y cultiva su ego como bonsái de invernadero, la nación se desmorona y desangra a manos de los delincuentes, de primera línea, sus aliados. Por esto, la narrativa de odio y división es la herramienta de gobernabilidad para que nadie advierta la torpeza en su gestión.

Así es que desmonta las capacidades militares y desprecia a la fuerza pública; normaliza el chantaje armado y las comunidades quedan a merced de las bandas criminales. El punto más oscuro de esta espiral es la invisibilidad de las víctimas y el estímulo que hace de la violencia, la cual parte de la agresión verbal hasta llegar el ataque físico. ¡Le importa un carajo! Para eso, invita a demandar la investidura del senador Miguel Uribe Turbay, puntualiza aquel loco de atar. Luego, se aleja de apuros con la frase: “yo no dije eso” en el momento en que su accionar está diseñado para encender hogueras, porque el lenguaje importa y las narrativas matan.

Este sujeto de malos instintos sonríe encima de las ruinas y se rodea de individuos de similar calaña, así mismo de una amplia gama de bandidos. Causa lástima la creencia de que mentir paga, ¡y paga bien al malhechor! El botón de muestra funge de presidente.