
Por Darío Ruiz Gómez
Las cámaras muestran a un muchacho flaco en su recorrido de cuatro cuadras hasta llegar a la concentración que preside en un pequeño rincón de un parque el candidato Miguel Uribe.
Una pareja lo ha seguido a prudente distancia y una señora del barrio al verlo se sale atemorizada a la calle. El sicario llega a la concentración, se coloca entre la gente y en el momento en que el joven candidato se refiere a las enfermedades mentales a las cuales se abocan hoy los colombianos el sicario le dispara y huye perseguido por algunos ciudadanos, un disparo en una pierna lo pone a cojear.
Al hacerse público el atentado la Defensora del Pueblo con gesto compungido anuncia que el menor será protegido en sus derechos, el Presidente también compungidamente se refiere al sicario y nos describe su vida de miseria, justificación que aparece igualmente en labios de la Fiscal.
Todo un despliegue de falso ternurismo.
Comienza desde las plataformas rusas la desinformación para ocultar la noticia de que el delincuente de Ramón González ha encontrado refugio en brazos de la dupla del terror en Nicaragua, lo cual quiere decir que su tarea como director de la Inteligencia estuvo encaminada. Lo que es necesario aclarar de salida es la modalidad de atentado al cual se ha recurrido en este caso pues no podemos medir con el mismo rasero los anteriores atentados contra figuras conocidas, pues la actual situación que vivimos es radicalmente diferente y con actores políticos diferentes.
En este caso el atentado se enmarca dentro de un plan de desestabilización de las instituciones y frente a una organización multinacional.
El atentado contra Miguel Uribe puso al descubierto que el encargado de la custodia de los candidatos, un compañero de terrorismo de Ramón González en el M 19, había recibido 23 peticiones para aumentar el cuerpo de seguridad del Candidato y las había ignorado olímpicamente.
Bajo las técnicas de desinformación desde las plataformas rusas el objetivo, repito, es el de crear ambigüedad, confusión, equívocos, así como desviar la investigación centrándola en datos sin relevancia, sospechas sobre personas sin importancia, como el nombre de quien compró la pistola Arizona.
Miguel Uribe ha sido en política un frentero, a quien no le ha temblado la voz para señalar a los criminales sentados en el Congreso, la Cámara, el Senado, señoras y señores que con gesto de yo no mato ni una mosca intentan instalarse en el poder mediante una nueva combinación de formas de lucha.
¿Qué racionalidad jurídica podría llevarse en las investigaciones si por un lado los autores intelectuales del atentado están ahí sin que nadie se atreva a señalarlos? Es claro que los inductores de este atentado ya no necesitan del “guerrillero heroico” sino, repito, de baratos gatilleros.
¿Cómo podría darse a la vez treinta atentados en Cauca-Valle si no fuera con la ayuda de las plataformas y de los drones espías con el objetivo preciso de someter a la población mediante el miedo? Lo que se hace en Ucrania y Rusia se está haciendo aquí.
Pero lo que no pudieron prever estos terroristas es la resonancia moral despertada por este atentado contra un joven candidato cuyo lenguaje desconoce la cobardía y por lo tanto nunca podrán matar la palabra en libertad.
Un joven que, frente a la fealdad, los malos olores, los vertederos que ellos representan, es ya la imagen del aire puro, del agua en pureza, de aquello que nos invita a empezar sin perdonar. El rostro maltratado de Miguel Uribe es hoy el rostro de Colombia.
Más historias
Crónica # 1167 del maestro Gardeazábal: El reinado de la extorsión
Crónica # 1166 del maestro Gardeazábal: Tapen, tapen, tapen
Japiberdi, Arizmendi