20 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Sobre la estupidez y los estúpidos

Dario Ruiz

Por Darío Ruiz Gómez 

El análisis y la radiografía de las distintas sociedades en la modernidad nos han servido para alcanzar una claridad suficiente sobre temas como la banalización del mal, la banalización del dolor humano a través de técnicas de dominación e instrumentalización del ser humano que hoy, en lo que estamos viviendo en Colombia, cobran una inusitada actualidad que solamente los ciegos morales se niegan a admitir: porque la imagen del Gordo Alarcón ofende al género humano, ofende a la inteligencia y nos aclara porqué se ha negado a que los maestros de FECODE se sometan a pruebas de calidad académica necesarias  ya que recurriendo a un boicot permanente del calendario académico se relaja el sentido del deber de las maestras (os) y las alumnas (os) entran en un letargo mental que los aleja del conocimiento y los somete a la laxitud de la ignorancia. 

El Paro, lo digo por experiencia, los destruye al caer en la indolencia, en la abulia. ¿Cómo pueden 270.000 maestras (os) sumisamente seguir las órdenes que a través de las redes las impone un mentecato como Alarcón?  

Es el enjambre que se niega a aceptar su responsabilidad ética, a que se los identifique con los descerebrados que por miedo eluden confrontarse con la verdad. Es imposible que no haya maestros o maestras cristianos o evangélicos, católicos, solitarios, derechistas, de la nueva izquierda, contestatarios. 

¿Es este el derecho a las diferencias que proclaman en sus pancartas? ¿Cuál es el debate sobre la educación frente al estigma de la ignorancia que ni siquiera se han dignado proponer? No se lo proponen ya que enseñar es enseñarse mientras que adoctrinar mediante el odio al conocimiento es declarase esclavo, incapaces de emanciparse de la ignorancia.  

¿A qué clase obrera histórica puede representar Francisco Maltés un analfabeto que repite amenazas?  “Se monta contra la autoridad, recuerda, Alain Finkielkraut, el implacablemente simpático dispositivo de la comunicación y el diálogo, cualquiera que sea el tema de que se trate”. 

Bajo esta estrategia se prologarán ad infinitum las conversaciones, se irán diluyendo las temáticas urgentes hasta que finalmente según sus tramposos engaños, el país nacional desaparezca al desconocer el Gobierno los derechos consagrados de las mayorías silenciadas.  

Las maestras (os) como los trabajadores que dicen representar estos mentirosos son una entelequia creada por quien de la nada se inventó este Comité de Paro para crear una “mesa de discusión sobre el país”: Ceballos, quien a la vez abandona el cargo para lanzarse como candidato a la Presidencia.  

Esto es lo que en la historia política se llama, como recuerda Glucksmann, una farsa entre actores preconcebidos, con ideas preconcebidas para una supuesta confrontación.  

“Estamos listos para conversar”, dice el impávido Archila recordándonos que la estupidez se ha apoderado de la escena. ¿Entonces qué pasará con quienes son los verdaderos responsables de atentar contra las clases populares, de entregar la lucha a grupos de criminales creando una confusión sobre el derecho a la protesta en obreros, estudiantes? ¿No tienen de inmediato que ser juzgados ante   Tribunales de Justicia por sus crímenes de guerra, por su intento de destruir las ciudades, la economía del país, por dejar morir de hambre a los niños de las escuelas populares? ¿Y los pequeños negocios destruidos, esa silenciosa y esencial economía de la cual vive el estudiantado? ¿Y el tiempo perdido?  ¿Qué otra cosa vemos al revisar cientos de videos con los violentos en acción – auténticos jinetes del Apocalipsis- sino la más pura irracionalidad carente de contenido, alabando delirantemente a la muerte o sea desafiando ciegamente al coronavirus? 

La conquista de una verdadera humanidad es la alegría y no la muerte. Tal como lo contó en el programa Mesa Capital la colaboradora cercana de Francisco de Roux, los dos recorrieron en Cali algunas de las barricadas y llenos de entusiasmo comprobaron la presencia de “estudiantes y no de delincuentes rasos, que allí no había infiltraciones extranjeras ni guerrilleras. Y cantando seguramente regresaron por esas “apacibles calles” a la “Loma de la dignidad” donde un grupo de reconocidos “Pijos progres” celebraban la resistencia y la liberación de territorios. 

Lo que no dijo la colaboradora es que en las cercanías   esos “héroes” violaban a una joven policía y a un joven policía indefenso lo torturaban, apuñalaban, disparaban contra él y después arrojaban su cuerpo al río Cauca.  

Definitivamente lo que las Conversaciones sobre el Paro han hecho es convertir en protagonistas a los estúpidos y de paso banalizar la estupidez.  

P.D “La estupidez, ideologías del posmodernismo”, André Gluchsmann.