Por José Hilario López
La Guerra de Ucrania que ya lleva dieciocho meses, sin que todavía se vislumbre una salida que ponga fin al sufrimiento del pueblo ucraniano infligido por los invasores rusos, a lo cual se ha sumado la decisión de Israel de exterminar Hamás, en represalia a las acciones terroristas de este grupo del pasado 7 de octubre contra la población israelí, lo que conlleva no sólo la destrucción de Gaza, uno de los asentamientos de los palestinos controlado por Hamás, sino el riesgo que el conflicto bélico se extienda a todo el Medio Oriente. A esto se agrega la amenaza que para nuestra civilización significa el Cambio Global, mal llamado Cambio Climático, sumado al populismo y la degradación de la política, que se extiende como una bola de fuego sobre nuestro mundo no desarrollado en medio de una corrupción galopante de la clase política.
En medio de la profunda crisis mundial que oscurece todo el horizonte, nuestro país sufre un recrudecimiento de la violencia agudizada por las elecciones regionales del próximo domingo 29 de octubre, que para muchos definirán la política del Cambio que está impulsando el Gobierno Nacional, cuando gran parte del territorio nacional está bajo el control de grupos armados al margen de la ley.
Esta semana aparecieron dos textos que me están ayudando aclarar esta compleja situación, el uno del filósofo Hanno Sauer profesor de la Universidad de Utrecht de los Países Bajos (Holanda), titulado “La invención del bien y del mal. Una nueva historia de la humanidad” (Paidós, 2023) y el otro, un artículo del también filosofo Francisco Cortés, profesor del Instituto Filosofía de la Universidad de Antioquia, titulado “Votar y elegir en un contexto de creciente corrupción”, publicado el pasado 22 de octubre en Al Poniente.
Empiezo con el libro “La invención del bien y del mal…”, donde mediante un rastreo de la historia de la moral humana Sauer constata que la primera transformación moral fundamental del ser humano fue el descubrimiento de la moral misma. En este largo viaje desde los homínidos hasta el homo sapiens surge la necesidad de la cooperación, como única forma de supervivencia en un medio hostil lleno de predadores. En aquellas sociedades primitivas el castigo fue el mecanismo preventivo y corrector contra los infractores de la norma y la condena contra la desigualdad, indeseada consecuencia del progreso material que posibilitó a individuos o grupos más fuertes la apropiación de los productos excedentes.
Una nueva fuente del mal y la violencia fueron las guerras religiosas y las expediciones emprendidas por los imperios, con el fin de saquear sus posesiones, someter a la servidumbre a los pueblos conquistados y facilitar a los invasores mano de obra esclava.
A finales del XII surgieron las guerras religiosas, empezando por Las Cruzadas, así llamadas las expediciones militares emprendidas por los monarcas europeos que se proponían tomar Jerusalén y recuperar para la cristiandad los lugares sagrados, que habían caído en manos de los turcos. A raíz de la Reforma Protestante e 1517 surgen las guerras religiosas en Europa que duraron cerca de doscientos años. ¡Y que no decir del Holocausto, el sumun del odio contra los judíos!
A partir del siglo XV, las potencias europeas iniciaron la colonización de América, África y Asía. Además del despojo de las riquezas naturales de los territorios invadidos, se generó el abominable tráfico de esclavos africanos.
A pesar de la gran variedad de expresiones culturales que han existido a lo largo de la historia de la humanidad, Sauer sostiene que nuestra civilización todavía cuenta con un acervo de valores morales, tales como la libertad, la seguridad, el placer, la justicia y la benevolencia, que no obstante su evolución, son congruentes y se han reflejado universalmente en todas las sociedades. A esto se agrega la gran experiencia histórica de la cooperación y la convivencia, el gran recurso que permitió a nuestra especie sobreponerse a una naturaleza hostil y lograr consolidar nuestra especie. Sin lugar a duda, este gran aprendizaje es el activo que tenemos que recuperar, juntamente con un renovado sentimiento de compasión y solidaridad con las clases sociales y pueblos oprimidos, que sufren la violencia y las carencias creadas por la inequidad.
A propósito de la guerra entre judíos y palestinos, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez nos recuerda al gran pensador judío Amos Oz, quien, hasta su muerte en 2018, no dejó un solo día de clamar por la necesidad de la paz y la concordia entre palestinos y judíos. Al recibir el premio Goethe en Alemania en 2005, Oz dijo que: “imaginar al otro es un antídoto poderoso contra el fanatismo y el odio. Meterse dentro de sus cabezas, de sus pensamientos, de sus ansiedades, de sus sueños, y aun de sus propios odios, por irracionales que parezcan, para tratar de entenderlos”. Ojalá que en estos momentos el gobierno de Israel reflexione sobre la recomendación de su correligionario Amos Oz.
Sigo con el texto del profesor Francisco Cortés, un valiente cuestionamiento a nuestro sistema político origen de gran parte de la conflictividad social y de todas las violencias.
El profesor Cortés empieza por reafirmar que desde la Antigüedad Clásica se ha creído que la política nos une, nos educa, nos civiliza y nos hace amigos cívicos —Aristóteles, Montesquieu, Maquiavelo, Vico—. Por el contrario, una mala política nos separa, nos embrutece, corrompe, y nos convierte en enemigos de la convivencia ciudadana. “El Republicanismo, versión moderna del Humanismo Liberal, entiende la participación en la política como el autogobierno de individuos que viven juntos en términos de justicia bajo el imperio de la ley”. El Republicanismo sostiene que el individuo político debe centrar su interés en buscar el bien común, empezando con la promoción de la educación política para la convivencia ciudadana, que debe servir para convertir las tendencias egoístas de los seres humanos en pasiones útiles a la patria: “la política virtuosa es la base de la verdadera política y el verdadero hombre político es un maestro en el arte de trasformar las malas pasiones en buenas”. ¡Que distantes estamos los colombianos de una cultura democrática, garantía de una paz duradera!
Para concluir:
- El origen del mal deriva de la opresión por parte de los poderosos a las comunidades subyugadas y de las consecuentes desigualdades
- El gran legado de nuestra historia como especie es que, sin la cooperación, tanto al interior de cada comunidad como con otros pueblos, es imposible llegar a la convivencia pacífica
- Es necesario recuperar la dignidad del ejercicio político
- Sin Paz es imposible avanzar en la construcción de cualquier propósito que permita enfrentar el Cambio Climático (mejor llamarlo Cambio Global) y salvar nuestra especie. No sólo paz entre naciones, sobre todo paz en nuestros corazones.
- La lucha contra el Cambio Global requiere una sana cooperación del Primer Mundo con nuestros países no desarrollados.


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