25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Si Colombia fuera un estudiante, habría perdido el año escolar

Jorge Alberto Velasquez Pelaez

Jorge Alberto Velásquez Peláez  

En efecto, en el año 2020 ese estudiante al que llamaremos Colombia reprobó todas las asignaturas y áreas, incluyendo educación física, ésta por la interrupción el año anterior del ciclo olímpico que siguen los atletas para su preparación.  

Pero antes de mirar resultados, démosle forma física a ese estudiante, para no imaginarnos un mapa, o un escudo, sentado en un pupitre de una escuela (¿antioqueña sin agua potable?), que para este caso es el mercado global. Su cabeza es aparentemente normal pero no su cerebro, que, para tranquilidad nacional, no es el de María Fernanda Cabal, aunque lamentablemente tampoco el del científico Camilo Llinás; no es en realidad un solo cerebro, sino un conjunto de áreas como ciencia y tecnología, innovación, creatividad y capacidad para la diferenciación, y hay que decirlo con sinceridad, ese cerebro no ha sido estrenado por nuestro joven estudiante. Tiene ojos, pero no ve bien, pues es ciega la justicia en su interior, y su visión es tan pobre que en el futuro visualiza como presidente a un joven al que ahora llaman Don Tomas; no ve a Otoniel aunque Europa se inunda de cocaína colombiana, no ve a los culpables de masacres ni asesinatos de líderes sociales, no ve vacunas para el covid19, y cuando logra verlas, no ve a nadie que pueda aplicarlas. Es sordo, y el clamor de la inmensa mayoría de los colombianos por la expansión de la base impositiva, es acallado con reformas tributarias aplaudidas por los de arriba. Es locuaz en exceso, para decir que es el mejor, que todo lo que le ocurre es maravilloso, y que cuánto hace es más maravilloso aun, generando por supuesto enormes envidias entre los demás jóvenes de la escuela; ah, y, además, se dice que es el joven más feliz del mundo. 

Sus brazos son largos y terminan no en dos manos sino en dos garras, una al servicio de los políticos y otra a disposición de los corruptos, para que unos y otros se apoderen de los recursos de los colombianos, con la particularidad de que esas dos garras se estrechan entre ellas, y siempre van de la mano.  

El corazón del estudiante es generoso y bueno, es lo mejor que él posee, es en realidad, el pueblo colombiano, ese pueblo maravilloso, sufrido y trabajador, a veces algo estúpido como lo demuestra el nivel de sus gobernantes elegidos, pero, en resumen, un gran pueblo que no merece el eterno dolor sufrido.  

El joven es barrigón, y esa barriga le crece día tras día, representada por un gemelo, glotón no solo respecto a la comida, sino también para devorar poderes que va acumulando a su favor, para comerse lo establecido y tragarse la constitución, además de incumplir promesas, incluida quizás la de comer menos que los pobres de la nación.   

Con esos rasgos físicos nos formamos una idea del estudiante, de cómo es. Ahora veamos los resultados académicos del año anterior. Entre 141 países, según el WEF, Colombia ocupó en varias áreas las siguientes posiciones: crimen organizado, 131; tasa de homicidios, 130; independencia judicial, 111; libertad de prensa, 106; carga de regulaciones gubernamentales, 123; infraestructura vial, 104; derechos de los trabajadores, 115; impuestos a los trabajadores, 80; compañías innovadoras, 87; gastos en investigación&desarrollo, 88.  

Transparencia Internacional dijo que en corrupción Colombia es N°92, pero en contraste una buena noticia es que están peor Tanzania, Gambia, Zambia, Gabón y Venezuela, entre otros. El Índice Global de Innovación nos ubicó en el puesto 68, eso sí, antes de conocerse la maravillosa propuesta presidencial de mezclar jugo de naranja con agua para que rinda, lo cual seguramente nos hará mejorar en el ranking. En inversión extranjera, que se calcula que disminuyó en todo el mundo 40 por ciento el año anterior, también al país le fue mal, obteniendo 7.700 millones, casi la mitad de lo logrado en 2019; no obstante, esa cifra, como históricamente ha ocurrido, corresponde casi que en su totalidad a industrias extractivas. O sea, nada para llorar.  

La cultura exportadora nacional prácticamente no existe pues la participación de las ventas externas sobre el PIB nos ubica en el puesto 137 en el mundo; de hecho, las exportaciones en 2020 sumaron 31 mil millones de dólares, la mitad de lo logrado en el año 2012 cuando se inició el TLC con los EE.UU., y casi el mismo valor exportado hace trece años; una vergüenza.  

A propósito del tema internacional me permito a continuación hacer un breve comentario y posteriormente una reflexión. Me pareció increíble la extemporaneidad de Procolombia al lanzar la campaña de turismo receptivo “El país más acogedor”, en un momento como el que vive el mundo sin que nadie esté buscando destinos turísticos, pues lo más “acogedor” es el encierro en las casas. Y quién venga para que lo acojamos en Colombia será acogido también por el coronavirus, pues inmunidad de rebaño en este país no veremos en mucho tiempo; y si llega en cuarentena, podrá ver nuestros espectaculares noticieros encerrado en la habitación de un hotel, muy acogedor también.  

Y la reflexión es la siguiente: ¿No será que la mejor forma de que se acabe de una vez por todas la exportación de cocaína desde Colombia, sería asignándole a Procolombia la promoción internacional de ese, el más importante renglón de nuestra producción nacional? 

Para terminar, según Paying Taxes 2020, Suramérica sigue siendo la región con la más alta carga tributaria en el mundo, y en ella, Colombia figura entre los cinco países donde más se pagan impuestos; para colmo de nuestros males, es aquí donde vive Alberto Carrasquilla, a quien podríamos llamar Zaqueo, en recuerdo del cobrador de impuestos al que enfrentó Jesús, pero casualmente también, por el “saqueo” del cual, por su culpa, seremos victimas los colombianos con la próxima reforma tributaria.  

Otra asignatura perdida por nuestro obeso estudiante.