Entre los muchos puestos de honor o deshonor, según se mire, que ostenta Colombia, sí que puede enorgullecerse de albergar el más grande número de líderes sociales belicosos, peleadores y busca pleitos.
Menos mal que entre ellos están acabándose y al paso que van las cosas, no quedará vivo ninguno en contados meses.
La belicosidad que acompaña a estos líderes y sus pésimos comportamientos interpersonales, es la única explicación que cabe a la simplista manifestación gubernamental, en el sentido de que su asesinato no es ni ha sido “sistemático”.
Van más de doscientos líderes sociales asesinados en el país en los últimos dos años, y tanto este gobierno como el anterior –por fin coincidieron en algo—dicen olímpicamente que no hay sistematicidad en estas muertes.
En lo que sí hay coincidencia es en que todos los muertos eran desmovilizados de la guerrilla, reclamantes de tierras o dirigentes de acción comunal.
La única conclusión que queda, entonces, es que estos más de doscientos líderes asesinados se dieron bala entre sí para saldar sus diferencias personales, entre ellas líos de faldas, como con tanta inocencia lo sostuvo alguna vez el anterior ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas (foto). (EJE XXI).
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