29 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Se trata de derechos, ¡No más privilegios! 

Claudia Posada

Antes, por la avidez desmedida, completamente desbocada en el desespero cuando se otea que el poder mantenido por tantos años se les escurre; y ahora, por la incapacidad absoluta de aceptar que ya lo disfrutaron bastante, es lo que les impide ser ecuánimes. 

Por Claudia Posada 

 «El gobierno lo ha dicho en todos los tonos porque vuelven y nos lo repiten, pedimos que nos escuchen, no va a haber expropiación, lo que si va a haber es una reforma agraria», dijo la próxima Ministra de Agricultura Cecilia López, a quien se le observa -como a tantos otros colombianos- inquieta con el afán de muchos ciudadanos (de todos los estratos socio-económicos, aunque especialmente dueños de grandes extensiones de tierras) empeñados en evitar que se entienda la intención del Presidente electo Gustavo Petro, en cuanto a la destinación negociada (sin atropellos) a la tierra improductiva; al igual que lo pertinente a extensiones con prácticas dañinas al medio ambiente; su democratización y relaciones con el sector agropecuario, en el mandato que inicia el 7 de agosto. 

En general, ésta, la etapa previa a la posesión de Petro y su gabinete, ha sido tan inquietante como los intensos meses de campaña electoral. Antes, por la avidez desmedida, completamente desbocada en el desespero cuando se otea que el poder mantenido por tantos años se les escurre; y ahora, por la incapacidad absoluta de aceptar que ya lo disfrutaron bastante, es lo que les impide ser ecuánimes. 

Sí, dicen y repiten, que se va a paralizar la economía, que será eliminada la Procuraduría, que acabarán con los empresarios, que la implementación del capítulo primero de los acuerdos de paz será aplicado para expropiar las tierras de quienes las tienen con derechos adquiridos…en fin; esto es lo  menos de cuanta especulación informativa parte de algunos medios de comunicación, lo mismo que desde las declaraciones oficiales y no tan oficiales que se han manifestado (sin argumentos sólidos que lo sustenten) con las que muchos colombianos de todas las clases sociales y niveles educativos que existen en nuestro territorio y por fuera -dadas sus conjeturas- sirven para vislumbrar la compleja situación de gobernabilidad, por la cantidad de ataques que le esperan al próximo gobierno. Es increíble que tanta gente, simplemente porque no ganó la presidencia su candidato, tenga deseos tan intensos de que a Colombia le vaya pésimamente en el mandato de Gustavo Petro. 

Es un absoluto contrasentido asegurar que el país se quedará sin empresarios, sin Salud, sin riquezas, sin empleos, sin alimentos, sin Educación, a partir del 7 de agosto próximo; y peor, creer que Colombia es hoy “un paraíso” que se volverá un infierno, dizque porque los más ricos en todos los campos, son generadores de empleo y bienestar, y que son ellos, exclusivamente, el sostén de la “economía próspera” que nos caracteriza. No es cierto, nuestra economía está postrada, en tanto seguimos siendo un país pobre. Resulta que nuestro país está clasificado para el mundo, entre los que siguen en “Via de Desarrollo”, los pobres de la Región, entre los más atrasados, o subdesarrollados. ¿Entonces nos ganamos tal rótulo por la clase obrera? ¿Por los estudiantes que quieren salir adelante pero no tienen “apellido” que los respalde? ¿Por los hombres y mujeres que renuncian, o no acceden a la vida laboral por pereza? No, es que el empresariado no ha tenido, en general, voluntad de crecimiento soltando un poco el bolsillo y la chequera que siguen amarrados a la codicia.  

Hay empresarios, en cambio, con el sentido de solidaridad que acompaña la satisfacción de poner su parte para el crecimiento de su sector y del país; los hay que se sienten contentos con sus amplias ganancias, pero a la par, sin duda, con las oportunidades del mejor vivir que a través suyo llega a sus empleados y trabajadores. Hay empresas nacionales y extranjeras que generan riqueza en el reglón de la economía en la que crecen; y en esa medida, aprecian el valor de las nóminas más allá de los balances financieros porque saben de balance social. Hay familias que de generación en generación han sabido mantener fértiles sus tierras, embelesados con las cosechas que las manos callosas de los campesinos –sus trabajadores- les entregan con grandes sonrisas; hacendados que también sufren durante las épocas difíciles porque ven con tristeza cómo las familias de sus trabajadores también son golpeadas en aquellas circunstancias en las que por igual se preocupan. Hay comprensión mutua porque se necesitan mutuamente. 

Colombia es de etnias, culturas, costumbres; de tierras generosas en manos de gente bondadosa. Colombia es de territorios olvidados; también de regiones con escrituras y riquezas escondidas; zonas de violentos y subregiones violentadas. Somos un país de infames desigualdades que se niegan; de odiosas exclusiones; de ciudades que dejaron de ser encantadores vivideros, hoy habitadas por mayorías ancladas en creencias absurdas, dejando avanzar clanes y bandas, mientras humillan y discriminan. Algunos cuantos, de ese casi medio país que se niega a dejar que pasen otros -dueños del mismo Sol, las montañas, los mares y las estrellas que a todos nos pertenecen- y que asuman, a su distinta manera, el mandato conferido en el marco de la democracia.   

Algunos colombianos que dicen defender a Colombia del Comunismo (¡A estas alturas insistir en eso!) se resisten a la posibilidad de que, a otras familias, a otros jóvenes, a otras mujeres, hombres y viejos, se les otorgue por ley, nueva normatividad y un renovado enfoque social; ese poquito de vida sabrosa que también merecen, aunque algunos sean pobres e iletrados. Y es que cuando en el sector público se confabulan con el sector privado – históricamente demostrado- para desangrar al Estado, la sabrosura no les dura, no les llena, no les satisface, entonces siguen buscando, y aparecen ciudadanos por miles, apoyando a tantos de la clase política que están listos con la aquiescencia necesaria para seguir el ritmo del embudo: “Lo ancho para nosotros, lo estrecho para ellos”.  

¿Se volteó la torta quizás? ¿Por fin, tal parece, la torta podrá alcanzar para todos? No será en porciones iguales, no; no se trata de ese tipo de igualdad: Es la de los derechos que no tiene por qué tener excluidos.