16 octubre, 2025

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Se disparó Trump

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Guillermo mejia

Por Guillermo Mejía Mejía 

Antes de sufrir el atentado, Trump ya le llevaba entre 2 y 3 puntos de ventaja a Biden, luego del resbalón que sufrió este en la terrible noche del debate con el candidato republicano, la Kristallanacht. Ahora con el disparo y la foto con el rostro ensangrentado y el puño en alto, Trump es el nuevo superhéroe norteamericano, el valiente que a nada le teme y las encuestas seguramente se dispararán a su favor. 

Históricamente, se observa una contradicción en el sistema político norteamericano. Efectivamente, Estados Unidos fue el primero en implantar en su constitución (1.787) el sistema presidencialista por voto popular, dos años antes de que estallara la revolución francesa, que preconizó la soberanía popular por encima de los poderes de las monarquías absolutistas en la Declaración de los Derechos del Hombre.

En la constitución norteamericana se dispuso, en su artículo II, que, si bien la elección era por voto popular, esta no sería directa sino indirecta a través de los colegios electorales de cada Estado. Y ahí es donde aparecen las contradicciones de la democracia norteamericana pues en la aplicación de esta norma constitucional se han visto elecciones en donde el candidato que saca mayor votación en todo el país finalmente resulta derrotado.

Desde la época de la promulgación de la constitución americana ese fenómeno político aberrante ha sucedido en cinco ocasiones: 1.824,1.876,1.888, 2.000 y 2.016. En estas dos últimas elecciones, más cercanas a nosotros, perdió, en la del 2.000, Al Gore frente a George Bush, a pesar de haberlo superado en todo el país en cerca de 500 mil votos, pero con la sospecha, no despejada aun, de que las elecciones de la Florida fueron manipuladas por el gobernador de ese Estado, Jeb Bush, hermano del candidato triunfador. En las del 2.016 fue todavía peor el fiasco pues Hillary Clinton obtuvo 65.844.954 y Trump 62.979.879, una diferencia de 2.865.075 a favor de la candidata demócrata y sin embargo se alzó con la presidencia el sátrapa. 

El sistema de los colegios electorales ha sido muy cuestionado en los Estados Unidos pues según sus detractores finalmente se convierte en una burla al elector y en una violación del principio democrático, acogido en la mayoría de las democracias del mundo que suscribieron la Declaración de los Derechos Humanos (1.948) y el tratado de San José (1.969), firmados por los Estados Unidos, según el cual cada persona es un voto: una persona-un voto.  

Desde 1.964 el colegio electoral norteamericano está compuesto por 538 electores que representan a cada uno de los Estados que conforman la Unión Americana y cuyo número por Estado depende de los habitantes de cada uno de ellos. De manera que el ganador de la presidencia es el candidato que logre una mayoría de delegados de la mitad más uno de esa cifra o sea 270. Pero la misma norma constitucional citada dice que cada Estado reglamentará la forma de elección y hasta el momento 48 de los 50 se han puesto de acuerdo, con excepción de Maine y Nebraska, en que los delegados deben votar para presidente por el candidato que obtenga el mayor número de votos, winner-take-all, así no sea el que cada delegado escogió desde la campaña. Esa es la parte más inusual del sistema electoral de los Estados Unidos. En la práctica la elección presidencial norteamericana no es una elección nacional sino la suma de 51 elecciones separadas en cada Estado o sea que, en teoría, un candidato puede ser elegido por los 11 Estados que tienen más delegados, más el distrito de Columbia, que no es Estado, pero tiene 3  y obtener los 270 votos que necesita para ser presidente: California 55, Texas 38, Florida 29, New York 29, Pensilvania 20, Illinois 20, Carolina del Norte 15, Ohio 18, Georgia 16, Míchigan 16, Arizona 11 y distrito de Columbia 3 = 270. 

Una reelección de Trump sería un desastre para el mundo por las repercusiones que tendría en sus relaciones con la OTAN y la guerra de Ucrania, con China, ya de por sí deterioradas, la Unión Europea, Irán, Corea del Norte y el desconocimiento del calentamiento global, de la OMS y de la FAO, organismos de las Naciones Unidas de singular importancia.