25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Regreso a la presencialidad escolar con atención a la salud mental y física de los alumnos

Por Enrique E. Batista J., Ph. D.

https://paideianueva.blogspot.com/

Ya es bien sabido que uno de los efectos discernibles de la actual crisis sanitaria mundial ha sido el crecimiento de la pobreza. Así mismo, ha sido claro el debilitamiento de las condiciones de calidad de vida de amplios sectores de la población y el severo retraso en los niveles de aprendizaje de los estudiantes en todos los niveles educativos. En general, se puede afirmar que la pobreza de aprendizaje fue engrandecida por la pandemia del coronavirus.  

Especial consideración en el regreso a una educación presencial tiene que ser la detención y mitigación del efecto negativo que estos dos años de crisis ha tenido en la habilidad para leer y comprender textos, para la comunicación clara y fluida oral y por escrito, habilidad más que esencial en esta época cuando se tienen y se precisan, otras formas no sólo de acceder a información sino, a la vez, de su comprensión y difusión en distintos formatos digitales. La habilidad lectora, ahora en multimedios, por siempre ha sido reconocida como una condición esencial poder aprender las complejidades de las ciencias, las tecnologías el arte, y los elementos culturales y éticos que se fijan como de alto nivel e imprescindibles fines de la educación.  

Bien se puede reiterar que todos los alumnos deben alcanzar las metas educativas que se esperan como resultado de los procesos formativos escolares. Para lo cual son imprescindibles nuevos modelos educativos con estrategias pedagógicas y didácticas que favorezcan la explosión de la creatividad y de la diversidad de talentos presentes entre los estudiantes, una educación que rehúya la unicidad en favor de la riqueza de aprendizajes activos, situados y adaptativos. 

Aparte de la importancia insustituible y por nada soslayables o excusable de las habilidades de lectura, de comprensión y comunicación clara y enriquecida, está la formación para la salud mental y física propia de todos y, así mismo, con acendrado énfasis, para la biodiversidad y sustentabilidad de la vida  en el planeta. La salud mental es una condición necesaria para alcanzar la deseable formación para las relaciones sociales enriquecidas y enriquecedoras. «Mente sana y cuerpo sano», se podría volver a reiterar con el viejo y muy conocido adagio. Las perturbaciones mentales, por leves que sean, son contrarias a los fructíferos procesos escolares. Ellas contribuyen a empobrecer los logros educativos razón por la cual el cuidado y formación para la salud mental es una tarea fundamental en las escuelas. 

El súbito abandono de las aulas, el confinamiento forzoso, enfermedades, muertes, desempleo, pobreza y hambre en las familias han afectado la salud mental de los alumnos.
Se ha destacado que la educación circunscrita a lo virtual, para quienes pudieron hacer uso de ella, perturbó la salud mental de los alumnos. El regreso a la presencialidad plena no puede desconocer este hecho y, por lo tanto, es un asunto de plena consideración y la base para el impulso a acciones que permitan crear condiciones de sanidad mental para evitar daños y retrasos adicionales en el aprendizaje, carencias perdurarán por años en la vida de muchos, con amplios efectos negativos en todos los alumnos.  

Diversas organizaciones en el mundo han indagado sobre qué se ha perdido en la formación escolar y qué efectos negativos ha producido la pandemia del coronavirus. Resumo lagunas pérdidas: Más pobreza de aprendizaje, retraso y abandono escolar, pérdida de familiares, de buenos amigos y de entrañables maestros, ausencia de contactos  para la continua socialización, falta de ejercicio físico y de recreación al aire libre, pérdida de empleo, violencia intrafamiliar, ausencia del complemento nutricional escolar y con ello aumento de la desnutrición con  los consabidos efectos en el desarrollo físico y en el retraso en el aprendizaje, ausencia o discontinuidad en tratamientos médicos, carencia de orientación académica y vocacional,  pérdida de motivación para el estudio y del sentido de valía de la escuela.  A todo lo anterior se agregan desde la salud mental: Reacciones de evitación, alteración súbita de estados de ánimo, agotamiento emocional, depresión, comportamientos obseso compulsivo, ansiedad difusa, desespero, angustia, estrés y confusión generalizada. Es una escena y un contexto dantescos, pero reales que llevan a la inaplazable tarea de crear nuevas condiciones para la enseñanza y el aprendizaje. Mucho ha pasado y mucho más ocurrirá. El regreso pleno a las escuelas, sin rodeos ni excusas inútiles, tiene que ser bajo una nueva presencialidad.  

Todo esto se ha dado en un contexto de supuesto aprendizaje por medios digitales que no muchos entendieron y que fueron empleados con la misma pedagogía tradicional por maestros que no sabían o no podían usarlos y a la que muchos alumnos, por carencia de recursos informáticos, nunca pudieron acceder. En fin, una vida anómala, impredecible, acompañada de una percepción de caos incontrolable acerca del futuro inmediato y de la suerte lejana, como si no supieran cuándo escampará y dónde poder guarnecerse para evitar mayores males y más adversas consecuencias.  (https://rb.gy/5wtcyw).  

La vida psíquica, con sus componentes sociales y emocionales, de alumnos y maestros, ha sido intensamente perturbada y agravada en aquellos que ya padecían alguna forma, leve o grave, de trastornos o dificultades psíquicas, o de otras enfermedades preexistentes. Se requiere apoyo emocional profesional. Con el mero hecho del regreso a presencialidad plena los estudiantes traerán consigo angustias, temores, posibles aumentos en la violencia escolar instigada por la irritabilidad y nerviosismo que han vivido, adquirido y sufrido de modo pasivo en medio de la confusión que les ha generado el cambio radical en sus modos habituales de vida.  

En el retorno posible a una presencialidad plena (si no se interponen nuevo brotes y adicionales mutaciones del virus) dada las condiciones de salud mental y el atraso escolar generalizado encontrarán los miembros de las comunidades educativas que sus instituciones carecen de profesionales, experiencia y recursos de diversa índole para apoyar la estabilidad y el crecimiento psicológico de cada uno de ellos. Se tiene un riesgo muy alto de más retraso en el aprendizaje y de que un número mayor de alumnos, desde la educación básica hasta la superior, deserten de los estudios, con las consecuencias personales, familiares y sociales que semejante fenómeno causa. En la educación superior se ha indicado que: “La población universitaria es especialmente vulnerable a variables psicológicas como el estrés, ansiedad y depresión, lo cual afecta sus áreas del funcionamiento, desarrollo personal y desempeño académico”. (https://rb.gy/ff1uuv). La UNICEF ha  reportado  que los jóvenes entre los 18 y 24 años han sido los más afectados por  ansiedad y depresión (https://rb.gy/blafvy). 

De otra parte, el Banco Mundial, la UNESCO y UNICEF han señalado que el impacto del Covid-19 costará a los alumnos actuales una pérdida de ingresos en su vida de US $17 trillones (17 millones de millones).  Agregaron que la proporción de niños con pobreza de aprendizaje que era de 53% en países de ingresos medio y bajos pasará al 70% debido a los efectos de la pandemia y a la inefectividad de las estrategias empleadas de aprendizaje remoto. (https://rb.gy/5wztjl).   

Ante la crisis de logros formativos escolares generada por la pandemia del coronavirus, es evidente que es necesario regresar a las aulas presenciales, pero el mundo en su totalidad ha cambiado y con ello las perspectivas, anhelos y proyectos de todos. Ha cambiado la vida social y causado grandes efectos en la salud mental de los alumnos y de toda la población, con indicadores de trastornos psicológicos agudizados que tienen el potencial de permanencia en el tiempo si no se intervienen desde ya. No serán iguales ni la concepción anterior del aula, ni las prácticas didácticas que fomentan la pasividad de los alumnos para «aprender lecciones» y tampoco la rehuida relación con los medios informáticos de apoyo a la formación presencial. 

Regresar a la plena presencialidad no significa poner un punto y coma y continuar con la consabida frase, atribuida a Fray Luis de León, «como decíamos ayer», asumiendo que nada ha pasado e ignorando un evento tan catastrófico por sus consecuencias en maestros, alumnos y sus familias.