Vivir fue su verbo y la vida, su sustantivo. Nada fue adjetivo en el periplo del Brujo Simón González, máster en silencios y soledades en la única universidad del mundo que confiere esos títulos: su isla de Old Providence, en cuya jurisdicción sus cenizas se confundieron hace quince años con el mar y el viento, al que había convertido en su gurú.
La cajita que contenía las cenizas es una pequeña obra de arte hecha por manos femeninas, fugaces colegas ebanistas de San José. La cajita tiene (¿tenía?) pintados en el frente una playa, el mar y tres palmeras. A la vuelta de la cajita hay más playa, mar y dos barquitas de pescadores.
En el otro lado se repite la playa, otra vez el mar y una pequeña bahía. Por detrás, el interior de “la mar”, como le decía, y en primer plano la barracuda llorando lágrimas azules. En la cajita, las cenizas no han podido estar en mejor compañía sobre las aguas de Crab Cay donde tendrán la inmensidad por hábitat perpetuo. (Lea la columna).
Más historias
¡GANGAZO! Espectacular finca Atardeceres, en Valparaíso, en el suroeste de Antioquia
¿Dónde está la plata de la alcaldía de Quintero?: Fico Gutiérrez
Se nos fue Mauricio Álvarez, el padre del archivo sonoro más grande de la selva de América Latina