Es que, simplemente, ninguna de esas cosas —y muchas otras similares— dependen de Duque; su poder para llevarlas a cabo es muy limitado y el entorno sociopolítico está tan viciado de un anarquismo malsano que casi cualquier decisión que tome es recibida con alboroto y fingida indignación. Veamos la JEP. Si por objetar tan solo seis artículos se ha armado semejante escándalo, y hasta se ha puesto en duda el derecho que tiene el Presidente de objetar la conveniencia de cualquier proyecto de ley, ¿qué tal que hubiera objetado la ley completa? ¿Se imaginan los desórdenes, las asonadas? Quienes defienden la impunidad para las Farc, están dispuestos a cualquier cosa.
Miremos el tema de Santrich. Habitualmente, el Presidente debe aguardar el concepto de la Corte Suprema para firmar una extradición. Tratándose de crimínales de las Farc, la JEP recibió la atribución de verificar que se trate de crímenes nuevos cometidos después del 1 de diciembre de 2016, y esta jurisdicción ha hecho todo lo posible para dilatar ese concepto sin que el Presidente pueda hacer algo al respecto. Solo le queda esperar la luz verde.
El tema de los cabecillas fugados también depende de la JEP, no de Duque. Y como es un tribunal hecho por y para las Farc, esta no les exige seriedad y respeto con los compromisos adquiridos. Márquez, Romaña y el Paisa seguramente terminarán metidos entre los disidentes de las Farc, pero, hasta tanto, no son asunto de Duque.(Lea la columna).
Más historias
¡GANGAZO! Espectacular finca Atardeceres, en Valparaíso, en el suroeste de Antioquia
¿Dónde está la plata de la alcaldía de Quintero?: Fico Gutiérrez
Se nos fue Mauricio Álvarez, el padre del archivo sonoro más grande de la selva de América Latina