29 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

¡Qué miedo del Guásimo!

 

Por Guillermo Mejía Mejía (foto)

El 9 de octubre de 1963, se produjo un gigantesco deslizamiento de tierra calculado en unos 260 millones de metros cúbicos en la presa de Vajont, al norte de Italia, más concretamente a unos 100 kilómetros al norte de Venecia. Ese deslizamiento se produjo a pesar de la creencia de los geólogos en la estabilidad de las laderas de la presa, no obstante conocerse de derrumbes menores durante el llenado de esta. En el proceso judicial, que siguió luego de la catástrofe, se demostró que los constructores ocultaron información valiosa con el propósito de no parar la obra. La monstruosa avalacha que cayó sobre el embalse, ocasionó una gigantesca ola de 50 millones de metros cúbicos de agua que no tocó la presa pues pasó sobre ésta a 25 metros por encima.

No tuvo la misma suerte el pueblo de Longarone, aguas abajo, ni las pequeñas poblaciones de Pirago, Villanova, Rivalta y Fae en las cuales murieron cerca de 2000 personas. En 1959, el geólogo austriaco Leopold Müler fue contratado por los responsables del proyecto para realizar un estudio de la zona, documento que concluye que no se debía llenar la presa debido a la inestabilidad de la ladera izquierda calculada en 200 millones de metros cúbicos.

Ese mismo año de 1959, la periodista Tina Merlin escribe un artículo en el que denuncia los graves riesgos que se corren con la represa de Vajont, publicación que le vale una reprimenda del gobierno italiano, seguida de una denuncia por difundir noticias falsas y tendenciosas ante los tribunales de ese país.

En 1961, dos años antes de la tragedia, la misma periodista publica un artículo que titula “Un deslizamiento de 50 millones de metros cúbicos amenaza la vida y los bienes de los habitantes de Erto” pero nadie le da importancia.

El día de la tragedia, el Corriere de la Sera, tituló en primera página:

L´ONDA DELLA MORTE

Cualquier similitud con Hidroituango no es mera coincidencia. Venimos hace ya más de un año observando los constantes deslizamientos externos de las laderas y los internos de los túneles y las permanentes filtraciones de agua, la última de las cuales, de 250 litros por segundo, dentro del pretapón número 4, obligó a una evacuación urgente de 105 trabajadores. Uno de ellos grabó un video, publicado en El Tiempo, en el cual, con desesperación, dice, mientras se oye el agua que sale por la pared del túnel:

«Somos 30 personas preocupadas porque estamos en emergencia y la canasta no afana. No tenemos forma de evacuar y el tapón 4 está reventándose”.

En épocas prehispánicas un deslizadero conocido como el Guásimo, que queda al frente de Sabanalarga, se desprendió de la montaña y represó el Rio Cauca que, al reventar la barrera del derrumbe, causó una gigantesca avalancha en el Bajo Cauca, de la cual se tienen rastros arqueológicos. Eso hace, desde luego, más de 500 años cuando todavía no había embalse. Hoy ya existe y ejerce una presión sobre las laderas pendientes que lo acunan. Ojalá los geólogos digan algo sobre esta peligrosa falla, de la cual existen fotografías en la Universidad Nacional.

Cuentan que el doctor Diego Calle Restrepo, cuando fue gerente de EPM y conoció el proyecto de Hidroituango, dijo: “Yo no toreo al Rio Cauca”.

Con Armero se minimizaron los riesgos y pasó lo que pasó. Que Dios nos coja confesados el día en que el Guásimo, húmedo por las fuertes lluvias, movido por la presión de millones de metros cúbicos de embalse se desprenda.

La similitud de lo que paso en la presa de Vajont, en la desarrollada Italia, con lo que puede pasar en Hidroituango, es francamente aterradora. Pero parece que lo que hay que salvar a toda costa es la inversión. Las vidas de los habitantes del Bajo Cauca ya veremos. ¡Qué horror!