De Alejandro García Gómez. Edición de la Alcaldía de Pasto
Hace 55 años, cuando estaba de profesor en la Universidad de Nariño, monté un Taller de Escritores en un símil de aquél mitológico Taller que en la Universidad del Valle nos hizo por varios sábados el eterno poeta Jorge Zalamea desde sus escalinatas.
Uno de los asistentes a ese Taller pastuso fue Alejandro García Gómez, oriundo de Sandoná y distinguible inmediatamente por su perspicacia. Con el trascurrir de los años como profesor del Inem de Medellín, el intrépido nariñense nos fue dando demostraciones de sus habilidades como escritor con una columna en el periódico El Mundo de la capital antioqueña y con un montoncito de pequeños pero muy sensibles y jugosos libros de poemas.
En ellos era distinguible la formación literaria, la ambición poética y, en especial, la calidad descriptiva de su poesía. Ahora la Alcaldía de Pasto, a través de su Secretaría de Cultura, acaban de publicar una compilación antológica de sus poemas y he vibrado en el mismo diapasón de hace 55 años cuando le leí y le oí sus primeros versos a este aventajado muchachón de entonces. Su garra literaria le viene de cuna.
Su padre, un extraño intelectual de las tierras pastusas, se escribió un libro rarísimo pero convincente para explicarnos lo que él llamaba el cuyacentrismo, una teoría sobre el epicentro cultural de la América precolombina alrededor del mundo nunca bien detallado de los incas y de los cuyes.
Los poemas de su hijo no tienen ese alcance filosófico, pero abundan en figuras metafóricas y contrapuestas, deliciosamente esculpidas sobre el frio hielo del caliente volcán que asoma en su solar nativo.
Casi todos sus poemas alumbran por si solos como lámparas votivas de alguna de esas iglesias pastusas o arañan con desespero las puertas de aquel sentimiento pueblerino donde trascurren sus recuerdos y yuxtaposiciones del quehacer poético.
Satisfecho al máximo por el logro de esta antología, pero sobre todo admirado de la frescura que soplan esos poemas desde que el viento los fue arrastrando comenzando 1991 hasta el 2016 cuando publicara su último libro, me enorgullece saber que es un honor para su tierra y sus gentes y fundamentalmente para quienes algún grano de arena pusimos para forjar al poeta. No pudiendo asistir por razones de mi vejez cardíaca a la gentil invitación que me ha hecho el alcalde Toro Muñoz para el acto de presentación del libro el 13 de noviembre en Pasto, dejo estas líneas de admiración como mi tributo al regio poeta de Nariño. (Opinión).
Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.


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