
De John Saldarriaga, editó el Fondo Editorial de la IUE
Una tarea muy peligrosa es pretender hacer un libro de relatos que mantenga el equilibrio montado sobre la estructura pendenciera del monólogo, disputando con las grietas ideológicas que dejan en los pueblos primitivos los fenómenos naturales y, más aún, pretendiendo con ello convertir la capacidad narrativa en un quitamanchas.
Si se combina bien la fuerza de los personajes, se puede lograr montar otra catedral de Colonia que tantos han pretendido volver modelo de literatura o caer en el tentador despilfarro de los anecdotarios sin trascendencia o, en su defecto, armando con fuerza la relación caracterizadora de los actuantes conseguir relatos maravillosos.
Este es el caso del libro de Saldarriaga. Tiene un relato estupendo, capturador de atenciones y alabanzas, intitulado “Echarse a morir” o uno repugnante pero muy bien joteado como el de la mujer que come tierra de cementerios o uno más, elucubrante como la ancianita mentirosa, que se gastó su vida inventando mentiras que la gente le disimulaba hasta que antecito de morirse a los 107 años, se le apareció la Virgen, de mentiritas.
Pero también tiene unos confusos cuentos, que pierden interés en las primeras de cambio porque cuentan anécdotas que en primera persona pierden verosimilitud o que, por exageradas, como la Biblioteca de los Libros Robados, resbalan entre la ingenuidad y el mamagallismo. Por supuesto un libro que tiene todas estas facetas y que se nutre en la tradición de novelas policiacas del autor, tenía que salir desequilibrado, pero en nada olvidable.
Son personajes para recordar siempre y sacar avante la tradición literaria de Envigado, nutrida todavía en la casona de González, en Otra Parte y ahora mantenida con berraquera por el Fondo Editorial de la Institución Universitaria de Envigado.
Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.

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