@eljodario
· De Patricia Díaz Daza, editada por Periscopio
La leyenda de la inglesa Mary English ha trascendido hasta nuestros días porque fue, desde el comienzo de la Guerra de la Independencia, un chisme bogotano adobado de envidias políticas, resentimientos y frustraciones católicas, pero en especial porque se volvió mito en la pacata sociedad rola, cuando ella no había pensado todavía morirse.
Esta inglesa, que llegó a Colombia como esposa de uno de los coroneles de la Legión Británica que vino a acompañar a Bolívar, y muere en su hacienda cacaotera de Cúcuta donde vivió encerrada los últimos 30 años de su vida, le sirve a Patricia Díaz para montar una novela, probablemente muy desfasada para hoy, pero llena de la gracia infinita de las novelas decimonónicas de la Gran Bretaña, en donde la autora ha vivido.
En otras palabras, la nutrida historia de la viuda de English y amante de uno y otro inglés residenciado a principios de 1820 en Bogotá, está contada con facilidad, pero en un molde olvidado, casi victoriano, y con una estructura interna tan caduca que a veces hace naufragar al lector en vericuetos innecesarios.
Como la narración trascurre en dos planos reales, la que cuenta la propia señora English y la que narra desde un convento de Pamplona su ama de llaves, vuelta la novia de Cristo, no una monja cualquiera, la diferencia que establece el contrapeso (muy usado en Inglaterra desde Dickens) en vez de colaborarle al lector, lo arrincona sin consideración.
Mas como la suavidad narrativa es abrumadora, el par de versiones de lo vivido se engrandece nostálgicamente con la leyenda que crece desde Bogotá pero estalla como volcán en Cúcuta, en donde la señora sienta sus reales con su nuevo marido (o con quien posa de tal) y monta la legendaria Hacienda cacaotera de Pescadero que ni él, ni ella ni la ama de llaves saben administrar pero que los vuelve famosos en toda la comarca.
El personaje central de la novela debería ser, tanto en la vida real como en la novela, una mujer despiadada, agresiva y provocadora sexualmente, pero la monja que narra desde el convento se encarga de aminorar la fuerza pecaminosa del personaje y a la señora English no le queda tiempo, en las 367 páginas del libro, de asomarse al espejo y mirarse a sí misma.
Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.
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