Por Claudia Posada
Juan Manuel Ospina en su columna más reciente de El Espectador, titulada Calles Mortales, toca un asunto de la mayor inquietud en la que soporta sus opiniones presentándonos cifras estadísticas preocupantes. Para empezar, Ospina dice que “Las calles se convirtieron en el escenario cotidiano donde mueren motociclistas, generalmente jóvenes, y peatones, muchos ya mayores, víctimas de esos jóvenes. El año pasado, fueron 618 muertes, de ellas, 371 de motociclistas, un record mundial. Hoy las motos ocasionan la mitad de los accidentes con peatones. (…) Hasta ahora no se le ha prestado atención a una situación que, sin exagerar, es alarmante, talvez porque es una tragedia dispersa, de casos individuales, que no hacen montonera, sumidos en la cotidianidad de la vida urbana”. Ciertamente no se explica uno como semejante problema rodando por vías y carreteras de las principales ciudades del país (posiblemente los datos que refiere la columna es de muertes en todo el país durante el año pasado) no tienen intervención responsable, concreta y permanente de las autoridades correspondientes. Si bien en las salidas a disfrute de los puentes festivos, como al regreso de los mismo, hay planes de control, parece que el mayor número de graves accidentes ocasionados por motociclistas (o entre ellos mismos) se suceden en vías urbanas; y no pocas veces con resultados positivos en las pruebas para sustancias psicoactivas presentes en los conductores de estos vehículos.
A los adultos mayores y a pacientes no tan mayores también, los médicos recomiendan caminar tres o cuatro días a la semana para mantener su estado físico y hasta mental, más sanos; pero esta recomendación, para ser atendida en ciudades como Medellín, no puede ser acogida con entusiasmo porque la velocidad que aplican los conductores de motos supera cualquier estado de alerta o atención a las señales de tránsito como los semáforos peatonales; ni a indicaciones de los “siga” “ pare” y mucho menos al control de velocidades; tampoco se respetan señales convencionales que dan paso a vehículos automotores para ser estrictamente respetadas por todos los motociclistas para proteger sus vidas, las de peatones y las de ciclistas. En cuanto a la normatividad que rige la movilidad y tránsito, dice el columnista Juan Manuel Ospina al final de su artículo de opinión que, disculpas como que, para no actuar con diligencia sacan a relucir diciendo: ““no hay plata” cuando verdaderamente es una realidad sin normas que se apliquen, pues en el papel las hay para todos los gustos. pero, sin desempacar, sin estrenar ni aplicar”. Su opinión es muy cierta y la comparto plenamente. ¿Qué puede ser lo que hay detrás de tanto ignorar leyes, normas, decretos, acuerdos y ordenanzas que existen sobre la regulación de infracciones a la movilidad en particular; y sobre otros incumplimientos a éstas en distintos aspectos que tocan con la disciplina social en busca del bienestar colectivo y protección individual para lo que hay instituciones y entidades estatales responsables de hacerlo?
Más historias
Las verdades de Javier Darío Restrepo
Con prevención y pedagogía, intervenido el corredor de Metroplús en Manrique
Más ruindades en el gobierno Petro