19 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Qué está leyendo Gardeazábal: reseña de tierra de cuervos

@eljodario 

  • De Tatik Carrión Ramos, editada por Escarabajo. 

Desde la carátula, un niño campesino meciéndose en un columpio en el patio de una casa pueblerina, hasta el párrafo final, cuando el personaje central, la narradora, se monta a un bus y deja a su novio, soporte, o compañero en la orilla, diciendo adiós y prefiere no bajarse para que el bus arranque, esta colección de relatos que se vuelven una sola narración, es dolorosa, impactante y, desgraciadamente, falta de esperanza. Pero como escribir sobre los derrotados es para muchos pan comido por lo común y lo repetido. Dado que detallar lo que son las persecuciones que por casi dos siglos han sufrido los campesinos colombianos por las guerras, no es un tema que conmueva ya a los pocos lectores de libros que cada vez están quedando menos, este libro de Tatik pasó desapercibido.  

Antes de que sea tarde y se pierda en el olvido de la fugacidad de la pantalla que terminó por contagiar las lecturas, hago una pausa para resaltarlo, para abrirle campo en el estrecho escaparate donde deben dejarse guardados testimonios tan impactantes como los narrados en este libro.  

Es probable que la Comisión de la Verdad tenga miles y miles de relatos como el de esta novela de Tatik, pero no creo que haya media docena que revele, gracias a la habilidad de la escritora y a la fuerza metafórica de su relato, la verdadera sin razón de la estupidez en que patinamos hace 200 años los colombianos.  

Por supuesto, “Tierra de Cuervos” es una novela fragmentada que se ahoga narrando en la primera persona y a veces parece entonces un gusano patas arribas que quisiera volverse para retornar a ser mariposa. Pero es tanto el dolor de las muertes y la tristeza de la venganza que va hilando la narración, que a veces parece una novela quieta, quizás porque los diálogos son tan pobres como el paisaje que uno se imagina o porque Pascual, el antagonista masculino tiene mucha más fuerza que la narradora.  

Empero, al terminar de leerla uno cree que es un cuadro de Degas, imaginándosela en el momento final, sentada en un bus, esperando que la narradora sea capaz de devolverse.  

Se deja leer bien, aunque le falta un sabor a paisaje, al aire que tienen los muchos funerales o al rio de Pascual que todo lo guarda y todo se lo lleva.  

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal. 

Quizás ha sido narrada muy velozmente.