19 abril, 2024

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Qué está leyendo Gardeazábal: Los caprichos de Dios de Soad Louis de Farah

@eljodario 

Hace 2 años que el Covid se llevó por delante a la más importante escritora que ha tenido la sabana cordobesa, a la cienaguera Soad Louis. 

Mientras más pasa el tiempo, más se engrandece en el recuerdo la calidad de los textos que esta mujer escribió y dejó plasmados en libros de poemas, de cuentos, de ensayos, en porros y en el corazón de quienes tuvimos el privilegio de ser sus amigos y protegidos.  

Para conmemorar el segundo aniversario de su muerte, sus dos hijas han editado un pequeño pero muy sentido librito que la inolvidable escritora nos entregara en 1984: “Los caprichos de Dios”. En él rebosan junto a sus poemas en prosa, los preciosos dibujos de Cristo Hoyos y la impactante fotografía de Soad que él mismo le tomó en el quizás más bello momento de su vida, cuando ella dobló el corazón de su gran enamorado, el jurisconsulto José Gabriel Amín, a quien acompañó como gobernador de Córdoba y como esposa hasta que, por lo que ella siempre llamó “los caprichos de Dios”, se lo arrebató la muerte.  

El libro es una narración para niños que se vuelve deliciosa para los adultos. Es un juego de metáforas alrededor de los granitos de oro, ya sea para llamar así a sus hijas o para volver pepitas de oro las lágrimas de cristal que derramaba la princesa protectora de la Ciénaga al estallarse contra el suelo, y que las gallinas tragaban al amanecer. Esas mismas pepitas de oro, recogidas de las mollejas de las gallinas, las une el cacique Panaguá para hacer una cadena tan larga que le daba cuatro veces la vuelta a la región encantada de Ciénaga, que despedía incesantes ráfagas de luz. 

Por ese mismo sistema la ideología de la esperanza encuentra cobijo en la poesía en prosa de Soad llevándonos a la soledad que se apoderó del mundo que la rodeaba cuando murió víctima de la peste, pero que ella presagió como el momento en que, mirando hacia el fondo del cielo, limpio y profundo, aspiraba alcanzar a ver las astas luminosas de la Luna chorreando un líquido brillante que, lentamente y para siempre llenarían y siguen llenando las noches de toda Ciénaga de Oro, el pueblo donde nació y hoy reposan sus cenizas, en un último acto de amor por su geografía y sus leyendas, encumbradas a textos literarios o a porros sonoros por sus mágicas letras.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal